Necesidad de bajar el ritmo tras dos jornadas muy intensas. Como el Señor, que descansó al séptimo día, nosotros comenzamos a ver cine hacia la hora de comer. Y es difícil hacerlo con algo más prosaico que el señor Dante Lam, figura clave del Hong Kong de los últimos años. Se pasa por el Auditori a presentar su última película, Operation Mekong, sobre una misión de la policía china para eliminar a un capo de la droga afincado en el Triángulo Dorado, territorio comanche entre países asiáticos donde tuvo lugar el asesinato de una tripulación china. La película de Lam es, como viene siendo habitual en él, excesiva y sin respiro. Un conjunto de escenas de acción complejísimas, de gran escala, que hacen palidecer a la cinta hollywoodiense más ambiciosa. Operation Mekong es una superproducción en toda regla, llena de multitudes, persecuciones, tiroteos y explosiones. Michael Bay lloraría al verla, y de hecho si de algo peca es de barroquismo y montaje acelerado. Lam carece de la elegancia de un Johnnie To, por ejemplo, pero tiene raras virtudes, como la de humanizar a sus personajes en apenas un par de escenas, con acciones tan simples como la de hacerse una selfie. Su cine no es para exquisitos, pero sirve para darse un buen atracón de adrenalina y destrucción.
El director de la trilogía sobre el samurái Kenshin se pasa ahora el psycothriller. Keishi Otomo tuvo muy buena acogida en las anteriores ediciones del festival y ahora se acerca para proyectar, en absoluto estreno mundial, la adaptación de otro manga, Museum. Las comparativas con otras películas de asesinos en serie o con la saga Saw son inevitables y, aún así, Otomo consigue presentar una historia absorvente, bien filmada y de estética impecable. Ahora bien, el tercio final se le va de las manos, con un histrionismo que no le sienta nada bien al conjunto y desmerece el resultado. Manteniendo la elegancia inicial habría conseguido una muy destacable película de asesinatos.
No es ya hasta la hora de la cena que volvemos a entrar en la sala, esta vez para ver Trivisa, cinta apadrinada por Johnnie To, y que incurre en un error similar al Mr. Six de ayer, el de no responder a las expectativas que ella misma crea. La trama gira en torno a tres grandes del crimen que se encuentran en horas más o menos bajas, y tontea con la idea de reunirlos para un gran golpe. Como puede deducir el lector por lo que hemos comentado, ese espectacular crimen nunca llegará a cometerse. Y el caso es que seguir las historias paralelas de sus personajes puede ser entretenido, la realización es elegante y cuenta como mínimo con suficientes elementos gangsteriles como para que el espectador no ceda a la ira. Incluso, siendo conscientes de la promesa que no cumplen, los directores se sacan de la manga un cierre con gracia. Pero el cine tiene sus reglas, y al final no perdona.
Afortunadamente, completamos el día con una película capaz de crear, cumplir y romper las expectativas continuamente. Se trata de una de las más aplaudidas del certamen, Train to Busan, con la que Yeon Sang-ho, director de prestigio en el terreno de la animación, se estrena en imagen real. Cada tanto, cuando uno se siente saturado de películas sobre zombis, aparece alguna propuesta que le devuelve la confianza, que demuestra que siempre se pueden encontrar nuevas maneras de contar las mismas historias, de llegar al público y de ofrecer un entretenimiento de calidad. Todo eso es Train to Busan, una pieza de relojería que funciona gracias a un guión muy sólido, que pone especial cariño en un aspecto por el que hacen aguas muchas muestras del género: los personajes. La película rebosa carisma gracias a ellos, tiene un ritmo envidiable, momentos originales y un desenlace emocionante. Es lo que debería haber sido Guerra Mundial Z en cuanto a zombis espídicos y, sorprendentemente (no parece que nadie repare en ello), prescindiendo del gore. Tal ambiente se percibe en la sala, que hasta que el palmarés nos lo rebate casi una semana después, estamos convencidos de que ganará el Premio del Público.
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