En su nueva película, el director Harmony Korine ha conseguido realizar un fascinante retrato del vacío. No se ha visto en mucho tiempo, a pesar de su apariencia de entretenimiento festivo low cost, apología de la gratuidad y la superficialidad, una película de naturaleza tan desazonadora. Y es que, a poco que uno se sumerja en su lectura, no queda más que contemplar en Spring Breakers una disección de la cultura popular de la generación MTV.
Una cierta sensación de vacío interior no siempre explicitada, tal vez inconsciente, pero palpable, lleva a las protagonistas de Spring Breakers a entregarse a un mundo paralelo de diversión. Es la respuesta al deseo de fuga de la propia vida en pos de integrarse en un ente superior, una suerte de nirvana desatado, más allá del bien y del mal. Las preguntas surgen de forma natural por el camino: a dónde lleva o no esa escapada, qué puede haber o no de malo en tal búsqueda… Las respuestas son ignotas.