Ya está, ya se acaba. Enfilamos la recta final de este Festival de Sitges, y lo hacemos de forma relajada, descansando y preparándonos para la preceptiva fiesta nocturna que cerrará la jornada.
Es una alegría, a estas alturas, encontrarse con una de las joyas del certamen. Algo que era fácil de prever, pues se trata de la nueva película del (ya se puede decir) maestro de la animación Mamoru Hosoda. Con The boy and the beast, el japonés vuelve a dar en el clavo. Es incluso posible que esta sea la película más certera a nivel emocional de todo Sitges. La historia de maestro y aprendiz -con la peculiaridad de que el aprendiz es un humano y el maestro es una bestia antropomorfa, y que el humano acaba viviendo a caballo entre nuestro mundo y el de los animales parlanchines, y que…- es una de las más completas que recordamos dentro del arquetipo sobre el cual se sustenta. Hosoda aporta el punto shonen habitual, marca de la casa, y que lo diferencia de Ghibli y le da un carácter más ‘ligero’ que el de las películas del prestigioso estudio, pero no por ello renuncia a desarrollar una amplia gama de emociones y matices. El resultado es excelente: The boy and the beast es una de esas aventuras que te hacen abandonar la sala pletórico.