Archivo mensual: octubre 2013

Crónica Sitges 2013: Grand Resaca

Afortunadamente, pude despedirme del festival de forma gradual, y el domingo asistí a un par de proyecciones de la maratón que tuvo lugar por la tarde en el Retiro. Eso me permitió no esquivar vilmente todos los premiados -a pesar de mi ausencia de juicio al respecto, sí puedo asegurar que el premio del público para «Jodorowsky’s Dune» es bien merecido-, pues la primera película que se deslizó ante mí fue «Coherence», ganadora del premio al mejor guión y a la mejor película por parte del Jurat Jove.

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Crónica Sitges 2013: Clausura

Todo aficionado sabe que el segundo sábado del festival de Sitges es el último día del mismo. El domingo es como un bonus track. Nos enfrentamos pues, a una jornada cargadita, y con la intención de llegar hasta el final (entendiendo por final el amanecer del día siguiente).

Me dirijo, ya cercano al mediodía, al Prado (que pisé ayer por primera vez para ver la perla de James Franco y compañía). El objetivo es asistir al menos a una de las películas que conforman la pequeña retrospectiva ofrecida a Takashi Miike. La selección, si bien breve, es bastante bonita: «Shinjuku Triad Society» (1995), «Shangri-La» (2002), «The city of lost souls» (2000), «Audition» (1999) y, para los compañeros de Brigadoon, un regalito adicional (pues vino también acompañado de su autor), «Young thugs: Innocent blood» (1997).

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Crónica Sitges 2013: El principio del fin

La del viernes vuelve a ser otra de esas tardes para el recuerdo. El animador Bill Plympton honra al festival con la primicia mundial de su nueva película, que se ha financiado parcialmente vía crowdfunding. Por si fuera poca prueba de su carácter independiente, se dedica a llevar consigo una paradita de DVDs para conseguir nuevos fondos para sus próximos proyectos. Así, de tú a tú. Y charla y dibujos para todos, por supuesto.

«Cheatin’» es una pequeña joya se mire por donde se mire. El estilo de Plympton es tremendamente personal, extremado pero a la vez cercano, lleno de gotas de humor negro pero también de romanticismo. La película cuenta una historia de amor muy sencilla, pero a la cual el también guionista aporta un pequeño giro fantástico que acaba de redondearla. El regusto tiene un punto de amargo (tal vez a alguien le venga a la mente «Bésame, tonto» -B. Wilder, 1964-). El énfasis está en el cómo, en el desarrollo de las ideas de forma visual y en la creación de un mundo propio. Y desde luego, eso lo consigue, con la virtud además de la brevedad, pues la cinta dura una escasa hora y cuarto. No necesita más, y más de uno debería tomar buena nota.

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