Nacido en Chicago en 1935, William Friedkin es un director al que el público conoce (si es que lo conoce) principalmente por dos películas: The French Connection (1971) y El exorcista (1973). Auténticos éxitos en su momento, han llegado a nuestros días como clásicos de la Historia del cine. A pesar de ello, de contar con un Oscar a la Mejor dirección por la primera, y de haber rodado un puñado de obras de gran nivel, la carrera de Friedkin ha quedado semioculta en los márgenes de la industria durante décadas. Su cine tiene una cualidad directa y visceral que atrapa, porque se siente a la vez cuidadosamente planificado. Desde 2011, cuando en Sitges se pudo ver su último largometraje, Killer Joe, no habíamos tenido noticias sobre él. Finalmente, este año, elmismo festival lo invitó para hacerle entrega del Gran Premio Honorífico del certamen. Y en uno de esos días de octubre, pudimos asistir a un encuentro con los aficionados en la carpa instalada en el Hotel Melià para tales eventos. El realizador cuenta ya con 82 años pero, como dijimos en su día, desprende una energía especial, gran inteligencia y destellos de humor, además de ganas de contar historias y perderse en la anécdota. Así que hemos querido transcribir lo que explicó a un público que acabó rendido a sus pies.

Para comenzar, Friedkin abre la charla declarando: «No necesito explicar mi carrera, ¡la suerte que tengo es de estar vivo! Esa es, de hecho, la historia de mi carrera. Más importante que mi carrera es que estamos en una ciudad preciosa, estoy encantado de estar aquí, y espero volver. No hay otro festival en el que poder disfrutar de la belleza, el agua, la comida… Mi mujer y yo hemos pasado unos días estupendos y estoy muy agradecido de que me hayáis invitado.»
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