Crónica Sitges 2016: Cuarto día

Amanece el lunes y decidimos abandonar al célebre Werner Herzog por otra. Nos han recomendado encarecidamente Under the shadow, una co-producción internacional ambientada en el Irán post-Revolución de los 80, en mitad de la guerra con Irak. Realmente resulta toda una sorpresa. La película, que es en esencia una historia más sobre madre e hija acosadas por un espíritu, trasciende gracias a su elegancia, a las múltiples capas de lectura, a la capacidad para no forzar las situaciones y a una protagonista estupenda, que es capaz de erigirse en voz de todo un país. Under the shadow consigue golpear la conciencia, implicar al espectador en el drama de sus personajes y dejar poso. Unos días más tarde, descubrimos que Reino Unido ha decidido apostar por ella de cara a los Oscar. Bien por ellos.

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Tras Max von Sydow, la siguiente presencia destacada en el Festival es la de Paul Schrader. Al profano tal vez no le diga nada, pero si explicamos que es el guionista de películas como Taxi driverToro salvaje, la cosa cambia. También aplicado a la dirección, presenta su última película, Dog eat dog, una de criminales variopintos y de poca monta con ganas de conseguir dinero tras salir de la cárcel. Si algo sorprende de Dog eat dog es su variedad estilística, que se mueve sin problemas entre la lisergia y lo clásico según el capítulo en el que se encuentre. Voluntariamente deslavazada tanto a nivel formal como argumental, es una diversión más bien intrascendente que explota el carisma de sus protagonistas y deja patidifuso con su final. Willem Dafoe está estupendo como de costumbre, Nicolas Cage hace uno de sus pocos trabajos aprovechables en diez años e incluso el mismo Schrader se reserva un pequeño papel, que el público cinéfilo recibe con una sonrisa.

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Ya lo comentamos en el último avance de estrenos: hasta que nos topamos con el trailer, nadie nos habría dicho que tendríamos ganas de ver una nueva secuela de El proyecto de la bruja de Blair (1999). Después de sufrir en el Auditori Blair Witch, queda claro una vez más que la publicidad la carga el diablo. Adam Wingard, que nos había seducido con sus anteriores películas (Tú eres el siguiente en 2011 y The guest en 2014) decepciona en su esfuerzos de volver al bosque donde hace años desapareció la hermana del protagonista. Si bien intenta actualizar el formato añadiendo todo tipo de cámaras de última generación (uso de drone incluido), la película está mal rodada, es repetitiva y cansina. Tras un primer tramo más o menos interesante, todo empiezan a ser carreras, grititos y sacudidas de cámara, y el último acto es directamente exasperante, amplificando todos los defectos que han ido apareciendo a lo largo del desarrollo. Tal vez el formato de metraje encontrado es un recurso menos libre de lo que podría parecer, difícil de renovar. Y desde luego muy pocas alegrías nos ha dado en los últimos años.

Por la tarde cambiamos completamente de tercio y nos damos al drama romántico de toques fantásticos. Mon ange es un cuento en toda regla, una historia de amor entre un niño invisible y una niña ciega, que se decide por un entorno y personajes idealizados. Si se le hubiera de buscar alguna plausibilidad tanto a nivel argumental como de personajes (tan dulces que uno no da crédito), la película se caería a trozos. Pero su potencia poética la mantiene a flote. No apta para cínicos, es una experiencia de gran belleza, con unos efectos especiales ajustados como pocas veces a su escala y necesidades. De soltar lagrimita.

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Por último, la sección Seven Chances, que este año es bastante irregular, nos trae desde Corea The silenced, ambientada durante la época colonial en un internado donde empiezan a ocurrir hechos extraños (en algún momento nos viene a la cabeza El espinazo del diablo, 2001). La película es muy atractiva visualmente, cuidadosamente ambientada, plantea una situación interesante… pero se hunde al final bajo el peso de un giro radical que no desvelaremos, y que el espectador podría asimilar con una filosofía de mente abierta si no fuera porque el director no sabe manejar la decisión con elegancia. Algunos recursos que se revelan como pegotes y un cambio de estilo en la acción dejan a The silenced muy por debajo de lo que había estado construyendo.

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