Un año más, hemos vuelto a sacar un hueco en la agenda para visitar el Americana (Festival de Cinema Independent Nord-americà) en los cines Girona de Barcelona. En los últimos años, el certamen ha ido creciendo poquito a poco, y actualmente extiende sus alas también a la sala Zumzeig, a la Filmoteca, e incluso se permite hacer parada en Madrid, una pequeña ruta por otras ciudades y tener presencia en Filmin. Todo esto pese al temporal que azota las salas y que se ha podido oler también en las proyecciones del festival, al que este año hemos podido asistir de forma bastante limitada. Pero eso no nos va a impedir comentar un poco lo que hemos visto:
Empezando por Zola, la mayor sorpresa que nos hemos llevado este año. Porque la película se publicita como una adaptación de un hilo de Twitter, y eso da bastante miedo. Pero el contenido está a la altura de la originalidad de su planteamiento y no de las superficiales dinámicas de la red. Zola nos lleva de viaje con una chica que acepta una proposición de fin de semana para hacer dinero como stripper. Y a partir de aquí la situación va entrando en espiral, dentro de un universo entre rocambolesco, sórdido y fuera de norma. Zola está llena de hallazgos visuales y sonoros, que van desde la fantástica integración del idioma de las redes sociales en la película, a la mezcla de texturas, el uso de la profundidad de campo, la narración fragmentaria… Es una perfecta muestra de cine en el que es más importante cómo se cuenta que lo que se cuenta. Lo que le va como un guante en relación a las temáticas que aborda, ya que lo hace sin moralismos ni cortapisas, sino con total libertad artística y voluntad exploratoria. La directora Janicza Bravo (escarbando vemos que ya presentó aquí la curiosa Lemon -2017-) se ha superado en esta ocasión. Si la viera Godard, tal vez diría que el cine narrativo todavía tiene salvación.
Lo siguiente que vemos es Mister Limbo, de la sección Next. Nos ha traído aquí la idea de una aventura a pie por el desierto, salteada de personajes curiosos y humor absurdo. Pero lo cierto es que la cinta, pese a su buena voluntad, decepciona a casi todos los niveles. Este periplo por el espacio en blanco que hay entre la vida y la muerte quiere reflexionar sobre la forma en que usamos nuestro breve tiempo en la Tierra y sobre la posibilidad de hacer las paces con nosotros mismos. Pero, sin pretender sonar peyorativo, da la sensación de estar escrita por alguien demasiado joven. El discurso no alcanza profundidad y la cinta no suple sus carencias ni con unos personajes interesantes, ni un reparto especialmente lucido, ni un tratamiento visual con fuerza (el trabajo de cámara es en ocasiones de juzgado de guardia). Mister Limbo parece así el primer largo de un grupo acabado de salir de la escuela de cine, seguramente hecho con todo el entusiasmo del mundo, pero sin controlar todavía los resortes adecuados.

Para contrastar más si cabe esa sensación, al día siguiente se proyecta Nine Days, escogida también como clausura del festival, y que curiosamente está ambientada también en el limbo. Pero en esta ocasión ese limbo no es el posterior a la muerte, sino el previo al nacimiento. En Nine Days se nos cuenta la historia de un encargado de seleccionar las almas que poblarán los próximos cuerpos en ver la luz del sol. Es una premisa interesante, que se toma todas las libertades artísticas habidas y por haber en su ambientación, con unos decorados poblados de VHS, talleres de carpintería y, en definitiva, usando el siglo XX como referente absoluto para un espacio interdimensional que nunca podría estar sujeto a esas reglas. Pero la película se aguanta porque toca con acierto las teclas emocionales, es interesante a nivel estético y cuenta con actuaciones suficientemente sentidas como para sacar la cabeza por encima de las incoherencias de base, de las cuales es plenamente consciente. Si acaso, le pesa el antecedente de After life de Hirokazu Koreeda (1998), de la cual resulta difícil creer que no sea un remake inconfeso. Pero más allá de ese referente y del amaneramiento de la propuesta, lo cierto es que Nine Days consigue su objetivo primario: hacer sentir y emocionar.

Y para cerrar nuestro paso por el festival, vemos una de las cintas que también se proyectaron el primer día del mismo, Catch the Fair One. Ganadora del Premio del Público en Tribeca, en ella una ex-campeona de boxeo (Kali Reis, boxeadora en la vida real) emprende un periplo en busca de su hermana pequeña desaparecida. Si esperábamos encontrarnos con un drama deportivo en la línea de El luchador (Darren Aronofsky, 2008), lo que se nos ofrece es más bien un thriller dramático, cocido a fuego lento, y sin líneas de resolución claras. Aquí el boxeo es más trasfondo y metáfora que actor de la narración. Y ésta toma los derroteros de la venganza y el submundo de la trata de blancas. El ambiente desangelado y el frío consiguen mantener el interés en Catch the Fair One que, si bien termina siendo un tanto deslabazada, está globalmente resuelta con solvencia y convicción.
Así pues, nos despedimos de la sala de cine una vez más, esperando poder disfrutar de nuevas proyecciones en la próxima edición del Americana, un festival que transpira cariño y que consigue, pese a lo variopinto de sus propuestas, configurar una identidad propia año tras año.
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