Americana 2018 (II): En el filo

Vamos a pisar los terrenos pantanosos de la excentricidad. Una zona del espectro fílmico que podría rebautizarse como ‘la enviudadora’. Muchos son los creadores que, queriendo hacer algo original, deciden usar situaciones o personajes peculiares, extremados, que se salgan muy claramente de la norma. Ello puede dar lugar a grandes hallazgos, pero también a terribles desastres. Veamos qué ocurrió en esta edición del festival.

Pocos días después de que a su compañero de andanzas cómicas le cayera un inesperado Oscar, nos encontramos a Keegan-Michael Key en Don’t think twice (para los que no los conozcan, él y Jordan Peele estuvieron nutriendo a la TV americana -y a Youtube- de gags absurdos a través del programa Key & Peele). Sin embargo, el artífice de la cinta es en este caso otro cómico, Mike Birbiglia, que escribe, dirige y actúa en una película que sigue las andanzas de un grupo de improvisación teatral en sus intentos por trascender la escena alternativa de Nueva York, y de paso progresar en la vida. Birbiglia le pone empeño, pero topa con un obstáculo que es difícil de salvar: tratar de que unos actores, interpretando a unos cómicos, resulten a su vez chistosos. Resulta difícil liberarse de la sensación de que el autor lo está ‘intentando demasiado’, se hace patente el esfuerzo por ser fresco, por encontrar el chiste un poco a la desesperada. Aunque tiene algunos personajes con motivaciones muy interesantes, y una actriz principal (Gillian Jacobs) que destila carisma, la cosa no termina de despegar del todo.

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Eso sí, sin duda preferimos la anterior propuesta a Weirdos, una película de la que el público salió bastante satisfecho, pero que a nosotros nos pareció de lo más anodina. Lo que pretende ser una micro-road movie de aires soñadores, una historia de descubrimiento personal y aceptación, resulta en cambio lánguida como sus protagonistas, cuando no al borde de la pedantería. Las notas de color que intenta introducir el director Bruce McDonald (que ya nos la coló con su cinta de terror Hellions –2015-), en forma de imaginadas apariciones de un Andy Warhol de andar por casa, o de la madre del protagonista y sus delirios hippies, no hacen sino resaltar lo forzado del conjunto. La fotografía en blanco y negro resulta agradable, pero Weirdos tiene otro problema importante que dificulta su digestión: en pocas ocasiones llegamos a creernos de verdad que la historia transcurra en los años 70. Algo en lo que McDonald intenta hacer hincapié con detalles de trasfondo histórico, e introduciendo aquí y allá planos de aparatos vintage. El truco no surte demasiado efecto; y así, al final del camino, nos ha invadido tanto el aburrimiento como el descreimiento…

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Vamos a por una de las apuestas arriesgadas de este año, que se llama Lemon. Esta sí que se nos presenta como LA película excéntrica, sin excusas ni ambages. Una concatenación de desventuras absurdas que intenta ir sorteando Isaac Lachmann, un profesor/actor de teatro incompetente y fracasado a todos los niveles. La historia que nos presenta Janizca Bravo no tiene ni pies ni cabeza, ni lo pretende. Es estridente, incómoda, de cuando en cuando desagradable. Cuela por allí a Michael Cera, especialista en contribuir a los ambientes enrarecidos. Y poca cosa más. Es tan personal como lo será la impresión que cause en el público. Despropósitos de este tipo nos hemos encontrado ya; algunos nos han divertido sinceramente (aquel delirio con Charlie Sheen que fue A Glimpse Inside the Mind of Charles Swan III -2012-) y otros nos han parecido una auténtica pérdida de tiempo (la insufrible The Greasy Strangler -2016-). Ésta se sitúa a medio camino; adolece del ‘síndrome del gag alargado’ (uno podría imaginarse muchas escenas como clips de Muchachada Nui), pero también puede resultar graciosa, y está dirigida con bastante criterio bajo esa capa soez y narrativamente arbitraria.

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Por último, y ya que hemos tenido que prescindir de las sesiones de cortos de este año, entramos a ver dos piezas de animación breves, World of tomorrow, primera y segunda partes. Otra muestra de humor absurdo, pero esta vez vehiculado a través de la descripción de un mundo futuro. De forma bastante discursiva, en cuanto a diálogo se refiere, el autor Don Hertzfeldt nos introduce en su versión de la Tierra de aquí a unos cientos de años -huelga decirlo, poco halagüeña-, en la que los robots, la clonación, el transhumanismo y hasta los viajes temporales están a la orden del día. Casualidad o no, por ahí se vislumbra también el apocalipsis. Con unos diseños y animación muy esquemáticos, el interés de World of tomorrow radica en la mezcla de técnicas que usa, y el puñado de imágenes psicotrónicas que van salteando el metraje. Guiados por una niña inocente, inconsciente de lo que le depara el futuro, se suceden fragmentos algo superfluos con otros cargados de reflexiones e imágenes interesantes. Para los que gusten de las rarezas animadas, World of tomorrow nos hace venir ganas de rever The External World, de David O’Reilly (2010).

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