Los meses de octubre y noviembre son de una actividad cinematográfica agotadora. Sin embargo, cuesta resistirse a cerrar el ciclo de festivales sin antes dar cuenta de L’Alternativa, el certamen de cine independiente que se celebra en Barcelona y que este año suma 22 ediciones, ni más ni menos.
Tras el buen regusto que nos dejó el año pasado el aparte que el festival dedicó al senegalés Diop Mambéty, no podemos resistir la tentación de comenzar nuestro recorrido con una de las autoras que este año disfruta de retrospectiva, la argentina Lucrecia Martel. L’Alternativa proyecta los tres largos que ha realizado, acompañados de uno de sus cortos en cada ocasión. La primera muestra de su obra es La ciénaga (2001), una cinta que sabe captar de forma cuasi mágica ese extraño limbo que pueden ser unas vacaciones familiares en el campo. Siempre con un foco especial sobre los personajes femeninos, la directora traza un relato cotidiano y transgeneracional, con abuelas que le dan a la bebida, madres que planean viajes para comprar el material escolar de los hijos, jóvenes despertando al mundo del erotismo adolescente y niños que viven ensimismados en su realidad. La ciénaga son sensaciones más que historias, y resulta aún más interesante en cuanto integra la muerte de forma sutil dentro de su relato; sin afán de morbidez, pero sí como algo inherente al paisaje natural y humano. Es, es en definitiva, una muestra de cine personalísimo e incontestable.
Acompañando el largo se proyecta Muta (2011), un extraño filme en el que unas modelos que bien podrían ser espectros parientes del de The ring (H. Nakata, 1998) habitan un yate de lujo. Cuando, a posteriori, leo que la película se trataba de un encargo de Miu Miu (grupo Prada), no puedo evitar pensar que Martel les ha lanzado un dardo envenenado.
Atacamos la sección oficial de cortos, que se ha dividido en tres sesiones, lo cual la hace verdaderamente accesible para el público interesado. Desgraciadamente no podremos completar el tríptico, pero a continuación comentamos los dos tercios que pudimos ver.
De Curts 1 conviene resaltar principalmente tres obras, que se concentran en la segunda mitad de la sesión:
En Ideal Match descubrimos lo que vendría a ser un Meetic de funcionamiento analógico. Un puñado de padres dedica sus tardes a buscar pareja para sus ocupados hijos en los parques de la ciudad. Preocupados por encontrar a alguien que cumpla los requerimientos físicos y económicos que en cada caso consideran, el documental supone una visión divertida a la par que inquietante del surrealismo que invade en ocasiones nuestras sociedades, y en concreto la de la China moderna.
En el caso de Quimtai, únicamente queda dejarse llevar por la animación experimental, en este caso un juego caleidoscópico realizado a partir de patrones precolombinos, y mediante una técnica de grabado láser sobre película. Al finalizar la sesión, un espectador pide explicaciones sobre este corto, lo cual pone de manifiesto lo dependientes que somos todavía del argumento. Y eso que cosas de este tipo se llevan haciendo casi desde que el cine es cine.
Por último, la estupenda Shipwreck nos da una patada en el estómago, al ofrecer una visión de primera mano sobre la tragedia que se ha estado viviendo en Lampedusa. Morgan Knibbe, con el simple uso de una steady cam, pero con las mismas posibilidades de filmación que los equipos informativos que se encuentran a su lado, consigue acercarnos a la realidad, llegando allí donde las noticias son incapaces de llegar: a la raíz humana de la situación. Señores, esta es la diferencia entre un ‘vídeo’ (por usar un nombre genérico) y el cine.
Por en medio, quedan algunos experimentos fallidos: la visión sobre el 23-F de Pedro M., que solamente consigue sobresalir cuando proyecta las archiconocidas imágenes del Tejerazo; imágenes que, pese a lo sobado, siguen manteniendo intacta su tétrica fuerza; The reflection of power, una mirada post-apocalíptica sobre Corea del Norte, sugerente en su planteamiento visual pero insuficiente en su desarrollo; Tres corderos, elaborada con la colaboración de personas con problemas mentales, pero que no consigue articular un discurso claro a través de sus surrealistas cuadros; y Aula de conduçao, una tarde de romance muy particular, que sí merece un vistazo aunque no sobresalga dentro de la sesión.
Por lo que respecta a Curts 2, encontramos unas cuantas propuestas estimulantes:
Sites propone una suerte de viaje mágico a las Antípodas, o eso es lo que nosotros queremos ver, pero es de esos experimentos abiertos a lo que las entrañas del espectador quieran volcar sobre ella…
…mientras en Eco, una nueva historia (la mudanza) abre la puerta a una vieja historia (los diarios de una pariente). La sencillez de la antigua voz que escribe esos diarios es capaz de trasladarnos a un pasado palpable y auténtico…
…pasado que en They call us the enemy se articula como breve recorrido por la Primera Guerra Mundial, vía montaje rítmico de fotografías de la época. Muy ilustrativo…
…mientras que Vole, vole tristesse consigue construir un relato fantástico en apenas seis minutos y sin tirar de ningún efecto especial. Si no se disfruta más es porque la necesidad de leer los subtítulos impide seguir correctamente el ritmo de las imágenes…
…como puede ocurrir con Falling que, aún sin texto, es otro de esos fragmentos abstractos que sería imposible de definir (como mínimo con un solo visionado), pero que consigue tocar alguna oculta fibra estética.
Por el camino se quedan Immer müder, una animación interesante pero que se olvida con bastante rapidez; Faim, una ficción que consigue hacer desconectar al espectador en tiempo récord y no hace sino ralentizar la sesión; y Sieben Mal am Tag beklagen wir unser Los und nachs stehen wir auf, um nicht zu träumen que, pese a sus buenas intenciones como proyecto artístico, se hace tan cuesta arriba como su interminable título.
Tras tal bombardeo cinéfilo, seguimos con la aventura un día más tarde.
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