Continuamos, en la línea de nuestro anterior artículo, retrotrayéndonos al pasado cercano, en este caso hace un lustro, y tratando de discernir cuáles eran los realizadores más sugerentes en aquel momento. La siguiente parada será el presente. Pero antes, y a modo de guinda, reflexionaremos brevemente sobre los cambios que han surgido en la selección, preguntándonos el porqué de los desaparecidos.
Empecemos pues, en orden rigurosamente alfabético, la lista de los diez cineastas escogidos para la ocasión:
Christopher Nolan (Londres, Reino Unido, 1970)
Mucha gente le echó el ojo a la segunda obra del inglés, Memento (2000), pero no fue hasta que tomó las riendas de la franquicia Batman, en 2005, cuando el personal empezó a fijar su nombre. Si Batman begins fue todo un revulsivo para el justiciero de la noche tras su última y bochornosa aventura, El caballero oscuro (2008) dejó ojiplático a más de uno y, a pesar de tener un arranque algo moroso y un final discutible, fue sin duda un ejercicio de estilo que mantenía al espectador aferrado a la butaca de manera casi ininterrumpida. Por en medio, en 2006, se lanzó El prestigio, posiblemente su película más interesante. Había nacido un nuevo rey del blockbuster de calidad.
David Cronenberg (Toronto, Canadá, 1943)
Más de uno dirá que Cronenberg merecería estar en la lista de todos los lustros pasados y por llegar. Pero lo cierto es que, durante los inicios del nuevo milenio, únicamente habíamos sabido de él por Spider (2002). En cambio, durante el período que nos afecta, el autor de la Nueva Carne realizó dos estupendas obras que modificaban, aún sin perder su identidad, el curso de su carrera. Se trataba de dos thrillers protagonizados por Viggo Mortensen: Una historia de violencia (2005) y Promesas del este (2007). A cual mejor, Cronenberg salía de estos nuevos retos con fuerzas renovadas.
Darren Aronofsky (Nueva York, EE.UU., 1969)
Pi, fe en el caos (1998) y Réquiem por un sueño (2000) eran dos razones de peso para seguir la carrera de Aronofsky con atención. Sin embargo, pasado el 2005, si nos apuran, se habrá de reconocer que La fuente de la vida (2006), su proyecto más ambicioso, también resultó ser el más descompensado, aquejado de unos altibajos que dejan vislumbrar los continuos problemas de su producción. A pesar de ello, en 2008 nos regalaría un auténtico diamante en bruto, El luchador, una de esas películas que justifican toda una carrera. La travesía de Mickey Rourke en esta cinta no tenía nombre, y nos puso a todos los pelos de punta. Y aún quedaba por llegar la asfixiante Cisne negro (2010).
Hirokazu Koreeda (Tokio, Japón, 1962)
Los que sólo habíamos visto su After life (1998) en el extinto BAFF y se nos había pasado por alto su imprescindible Nadie sabe (2004), no habíamos calculado todavía el peso específico de Koreeda, un cineasta con una sensibilidad excepcional. El drama familiar de Still walking (2008) y la delicadeza de Air doll (2009) dibujaban una carrera absolutamente digna de elogio, donde la emoción perfectamente dosificada y la elegancia narrativa serían el denominador común. Nuestra mirada seguía puesta en Japón.
Jason Reitman (Montreal, Canadá, 1977)
Su debut, Gracias por fumar (2005), no era brillante pero sí muy divertido. En cualquier caso, fue gracias a Juno -y aquí, es cierto, habría que repartir los méritos con su protagonista, Ellen Page- que nos quedamos, allá por 2007, con el nombre del señor Reitman. La mencionada (dejando de lado aburridas y estériles discusiones sobre lo que es o no indie en EE.UU.) es una de las comedias dramáticas que mejor han sabido tocar la fibra sensible del respetable en los últimos años. Su siguiente parada, Up in the air (2009), resultaba, aunque no tan redonda, también emocionante. Lo que se suele llamar una promesa, vaya.
Jim Mickle (Pottstown, EE.UU., 1979)
Uno que seguro que es indie hasta que se demuestre lo contrario, Jim Mickle, se reivindicó en tan solo dos películas como un estupendo creador de atmósferas, afiliado al poco reconocido género de terror. Por un lado, Mulberry Street (2006, que ya hemos reivindicado) como su aportación a la temática zombie. Por el otro, Stake Land (2010), donde alcanzaba el pedigrí post-apocalíptico de películas tan reseñables como La carretera (J. Hillcoat, 2009). Nuestro director invisible favorito.
Katsuhito Ishii (Niigata, Japón, 1966)
Cuando apenas nos habíamos recuperado de la explosión de cabeza que nos supuso esa pequeña maravilla que es El sabor del té (2004), Ishii participó de la película de episodios y triplemente alucinógena Funky Forest: Primer Contacto (2005). No vale la pena tratar de explicarla. Si acaso, nos tuvimos que preguntar cómo Ishii pudo entregar en la siguiente parada de su filmografía una cinta tan amable y ‘pacífica’ como My darling of the Mountains (2008). Con su versátil imaginación, se nos había metido en el bolsillo.
Naomi Kawase (Nara, Japón, 1969)
Serenidad es lo que consigue transmitir Naomi Kawase en sus películas, más allá del drama, más allá de la superficie. Hipnotizados por Shara (2003), pudimos disfrutar en 2007 de otra película suya, El bosque de luto. Esta historia de vejez evitaba darnos la chapa (a nivel temático, habrá quien diga que se la dan por el pausado ritmo de la cinta) y abría una ventana a la meditación. Ventana que no ha sido fácil de seguir, dado que se nos han escatimado muchas de sus obras. Aún así, esperábamos con ganas cualquier migaja de la cineasta.
Spike Jonze (Rockville, EE.UU., 1969)
Una película durante este lustro, una razón para ser incluído en la lista. Donde viven los monstruos (2009) supo captar como nadie la capacidad imaginativa y la fascinación del mundo infantil, nos devolvió a nuestros orígenes. Y, de rebote, nos permitió disfrutar de nuevo (cuánto tiempo) con los muñecos de la Jim Henson Company. Salimos flotando del cine. Gracias, señor Jonze.
Takashi Miike (Yao, Japón, 1960)
De Miike se ha hablado ya mucho, incluso en esta página, y no vamos a descubrir nada nuevo sobre su figura (como mínimo hoy). Pero si le guardamos un puesto de honor en esta lista es porque su prolífica carrera brilló con especial intensidad en los inicios del nuevo milenio, y en las fechas que nos ocupan dejó caer, como mínimo, dos obras de envergadura -y no sólo por sus evidentes excesos-: La Gran Guerra Yokai (2005) y Crows Zero (2007). Apurando, y aunque no debiéramos, incluiremos la estupenda 13 asesinos, de 2010. El eclecticismo como columna vertebral de una trayectoria artística.
¿Qué fue de ellos? (directores que aparecieron en la anterior entrega de nuestro especial, pero que no han conseguido colarse en la selección de 2010)
Ang Lee podría haberse ganado un puesto gracias a la soberbia Deseo, peligro (2007), pero el interés decayó con su narración sobre el festival de Woodstock en 2009. Hayao Miyazaki únicamente nos dejó la simpática Ponyo en el acantilado (2008), y la sensación perenne de que cada obra suya iba a ser la última. M. N. Shyamalan empezó a perder fuelle con decisión, a pesar de la destacable El incidente (2008); La joven del agua (2006) fue probablemente su obra más sobrevalorada: un Spielberg mal digerido. Hablando del Midas, su única aportación a este lustro fue la decepcionante (muy a nuestro pesar) Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal (2008). Por su parte, Peter Jackson se prodigó lo justo con The lovely bones (2009), en preparación de su suicidio como gran esperanza del espectáculo en la futura trilogía de El hobbit. Otro que se perdía entre las (pegajosas) mieles del digital era Tim Burton, que tras la entretenida Sweeney Todd (2007) se embarrancaba con la bochornosa Alicia en el País de las Maravillas (2010). Por su parte, Quentin Tarantino siguió destacando, aunque menos, con Grindhouse (2007) y Malditos bastardos (2009). Lo mismo que Sam Mendes con Revolutionary Road (2008) y Un lugar donde quedarse (2009). Sofia Coppola presentó la infravalorada María Antonieta (2006), pero no supimos más de ella. A Takeshi Kitano le perdimos la pista con su mal recibida ‘trilogía de autodestrucción’ (Takeshi’s (2005), Glory to the filmmaker! (2007) y Aquiles y la tortuga (2008)).
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