[Vista en el Americana – Festival de Cinema Independent Nord-Americà de Barcelona. Sin fecha prevista de estreno en salas comerciales.]
Al comenzar, «American Promise» parece encaminada a analizar las eventuales dificultades de los afroamericanos para conseguir integrarse en según qué ambientes educativos, más o menos elitistas, y tradicionalmente dominados desde una perspectiva blanca (ya sea ésto en la actualidad consciente o inconsciente). El tema no es baladí y las condiciones para poder reflejarlo tampoco, puesto que acarrean la delicada cuestión de exponer a dos niños ante la cámara durante toda su infancia y adolescencia. Como resultado de este tratamiento exhaustivo, por el camino sucede algo, no por evidente menos fascinante: el tiempo pasa, los personajes crecen.
Y no sólo eso, sino que los métodos e incluso formas de los cineastas también evolucionan, lo que, sutilmente, hace ese avance cronológico más palpable: de un primitivo vídeo digital, nervioso e inmediato, a una colorida alta definición, más pausada y estética. Con el tiempo, los puntos de vista cambian, los temas se desarrollan y se revelan nuevos matices e ideas.
Bajo la mirada omnipresente y en ocasiones inquisidora de la cámara, los dos protagonistas, Idris y Seun, se acostumbran a su presencia e incluso la acaban asimilando como eventual confidente (lo que, en última instancia, nos convierte a nosotros en los receptores de esa valiosa intimidad). Así, se dibuja un amplio retrato de dos personalidades maravillosamente diferentes, y con dos futuros previsiblemente dispares. Este largo viaje, con la universidad como última parada, profundiza ya no sólo en las vicisitudes del sistema educativo americano, sino en las de la educación en sí misma, en las dificultades de ser padres (puesto que ellos son también inevitablemente retratados, y en toda su escala de grises) y -atención- en las dificultades de ser hijos. Incluso, al final, se perfila la cuestión sobre si algunos sacrificios valen realmente la pena.
Temas tan jugosos ofrecen un terreno de exploración y reflexión estupendo para el espectador a posteriori. La película, como es natural e inherente a su fórmula basada en la observación (aunque ésta no sea imparcial), no arroja respuestas. Si las hay, las ha de elaborar cada uno. En cualquier caso, la sensación de haber estado tan cerca del proceso de crecimiento de unos desconocidos -que al terminar ya no lo son tanto- es enriquecedora, por momentos angustiosa y, en definitiva, de alguna forma, muy reconfortante.
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