Americana 2016 (I): La verdad duele

Asistimos por primera vez de forma intensiva al festival Americana de Barcelona, que presenta una selección de lo mejor del cine independiente norteamericano. La programación de su tercera edición combina brevedad y variedad, lo que facilita enormemente la diversión. De las diferentes secciones de que consta el certamen, la que nos llama más la atención es Americana Docs, estrenada este año (aunque ya se ha podido ver previamente algún que otro documental, como constatamos el primer año con la estupenda American Promise). Las cinco películas incluídas tienen un aspecto fantástico, aunque finalmente tenemos la oportunidad de ver sólo dos de ellas.

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La primera es Blood Brother, que se proyecta en sesión benéfica -gran idea que deberían incorporar más eventos del ramo. Se trata de un viaje a la vez sensible y visceral a un lugar que se podría definir como literalmente dejado de la mano de Dios: un orfanato para niños con VIH en la India. El protagonista, un amigo del director que decide dejarlo todo para ayudar como pueda en esa institución marginal. Surge aquí, poco a poco, un personaje complejo, sin maniqueísmos buenistas ni moralizantes, y un viaje físico y espiritual de los que cambian la vida. Por supuesto, el material es altamente sensible, y hace aflorar una de las eternas cuestiones relativas al documental: ¿hasta dónde es legítimo llegar para contar una historia? ¿qué es moral mostrar y qué no? Varios momentos de la película transitan por esta delicada línea, con una dureza que encoge el corazón y hace saltar las lágrimas. Sin embargo, la importancia de lo que está narrando y la certeza de que lo hace desde la más profunda compasión desarman al más pintado. Al final las preguntas quedan -cómo no- sin respuesta. Uno sale del cine aturdido, agotado, pero también profundamente conmovido por la capacidad de entrega del ser humano. Blood Brother es toda una lección de humildad. Conviene verla.

BloodBrother

Un infierno de otro tipo es el que se vive en Cartel Land, nominada este año a los Oscar. Una visión desde dentro sobre lo que es compartir espacio con los cárteles, y hasta donde es capaz de llegar un pueblo cuando se siente condenado a vivir bajo el miedo constante. Muchas de las cosas que ocurren en Cartel Land parecen increíbles, pero son reales. Y dan miedo, mucho miedo. El documental es arriesgado, infatigable e incorruptible. Cumple con el objetivo último de toda película de estas características: aportar comprensión sobre el mundo que muestra. Entender un poco más las razones de las diversas partes en conflicto y presenciar los sinsentidos que de ellas se derivan. Comprender que las soluciones no son siempre fáciles. Y que a veces parecen imposibles. Pero es que este no es un documental complaciente. Es, eso sí, un documental excelente.

cartel

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