Americana 2023 (II): Orden y desconcierto

Una de las bases que suelen cubrirse en el Americana es el de las cintas de humor absurdo y exagerado, de ánimo rompedor, que buscan su hueco en la jungla que es el circuito de festivales apostando por el descoloque. Algunas veces parecen demasiado forzadas en su intento por destacar y no levantan el vuelo porque no van más allá del artificio simplón, pero otras consiguen algo realmente fresco y pueden ser muy disfrutables. No hace falta escarbar demasiado para descubrir buenas muestras de ello en anteriores ediciones de este certamen: Swiss Army Man (Daniels, 2016), Greener Grass (Jocelyn DeBoer y Dawn Luebbe, 2019), Perdona que te moleste (Boots Riley, 2018)… entrarían en esta categoría.

Y en la actual edición puede que no hayamos encontrado ejemplos tan exagerados de esta tendencia, pero sí cosas que se saltan un poco los moldes de la lógica y juegan en los límites de la verosimilitud. Tal vez la más destacada en este sentido sea Sharp Stick de Lena Dunham, que se ganó su hueco en estas pantallas con Tiny furniture allá por 2010. Con esta nueva película, Dunham se lanza de lleno al terreno de la comedia sexual: su protagonista, una veinteañera que vive con una madre y una hermana bastante peculiares, trabaja cuidando a niños discapacitados y es todavía virgen, decide un día que es hora de dar rienda suelta a su erotismo. Y así empieza una aventura desmelenada, con muy pocos prejuicios, momentos chispeantes y personajes que bordean el patetismo para regocijo del espectador. La protagonista, la joven Sara Joh (una estupenda Kristine Froseth) consigue surfear la película con una mezcla de candidez y consciencia de su cuerpo y pulsiones que hacen del viaje algo muy divertido. Si una pega se le puede poner a Sharp Stick es que la parte más absurda de sus personajes y comportamientos no parece venir de ni llevar a ningún lugar concreto, y la película acaba tomando por ello un cariz bastante anecdótico. Sin embargo, sale a flote por las virtudes que ya hemos señalado y porque Dunham sabe llevar muy bien las escenas eróticas, es creativa y parece, en definitiva, tan convencida de lo que está contando, de la dirección que lleva su película, que nosotros, aunque no estemos ni de lejos tan seguros, le acabamos siguiendo la corriente.

Nos topamos, conforme llega el fin de semana, y con él el cogollo del festival, con una propuesta de ciencia ficción y, por filias personales, nos cuesta resistirnos a ella. Suele caer por estos lares alguna película que se atreve a entrar en el género pese a su bajo presupuesto, y muchas veces la necesidad consigue agudizar el ingenio de formas muy estimulantes. En Dual, de Riley Sterns, una mujer a la que diagnostican con una enfermedad terminal decide encargar un clon para que acompañe a sus seres queridos una vez ella no esté -una práctica común en la realidad con tintes distópicos que plantea la película-. Sin embargo, la situación no evoluciona como ella esperaba, y ese doppelgänger artificial se convertirá en una seria molestia. Dual tiene un punto de partida muy sugerente, presenta situaciones originales y toma algunos giros inesperados. Gasta también un humor negro bastante seco, que le otorga personalidad propia. Pero también dibuja a sus personajes con un carácter tan áspero, prácticamente indiferente a las emociones, que llega a afectar a la conexión con la narración. Se trata sin duda de un tratamiento premeditado, tal vez con la intención de ejercer de reflejo del tipo de sociedad aséptica hacia la que podemos estarnos dirigiendo, o como una forma de diluir la barrera entre los humanos originales y sus copias en la ficción que plantea. Pero el caso es que esos comportamientos casi robóticos y generalizados al conjunto del elenco, pese a nutrir en ocasiones la vertiente humorística de la cinta, acaban por pesarle. Con todo, en global Dual continúa siendo interesante por sus planteamientos, por Karen Gillan (que algunos aún recordarán como ex-acompañante del Dr. Who) y por la simpática aparición de Aaron Paul.

Y para completar el recorrido por esta zona un tanto absurda de la programación, nos vamos a Bodies bodies bodies, uno de los grandes éxitos del cine indie de género del año pasado. De esas películas que nunca entendemos por qué se le escaparon al Festival de Sitges, pero a la que afortunadamente el Americana ha conseguido echar el guante. Asistimos pues con curiosidad a lo que se antoja un slasher de y para centennials. La premisa no reviste mayor originalidad: un grupo de jóvenes pijos se reúne para una fiesta en una mansión de los papás y, conforme avanza la noche, empezarán las bajas. El interés pues venía más por las formas, por el reducido presupuesto, por el retrato de su generación, por el tono que pudiera tener el humor… Y lo cierto es que conforme va avanzando, Bodies bodies bodies gana enteros. Porque no hay personaje del plantel que no den ganas de ahogar a los pocos minutos de su presentación, lo que hace que pueda atragantarse un poco de primeras; pero la gracia es que esta cuestión acaba siendo relevante conforme avanza la trama, y deriva en una tesis bastante divertida y no exenta de mala leche. Cabe decir, eso sí, que la película se acerca más al whodunnit que al slasher, por lo que quien busque grandes escenas de asesinatos o algunas de las dinámicas propias del segundo subgénero, puede llevarse una pequeña decepción. Bodies bodies bodies no reinventa en definitiva la rueda y es una propuesta ligera y sin complicaciones, pero resulta ideal para pasar un rato en compañía.

Como podrían también encuadrarse en esta (muy flexible) categoría que hemos montado para agrupar las cintas de nuestra crónica, aprovechamos para destacar como adenda un par de cortos de la sesión Sundance short tour que, si bien fue de un nivel global bastante más flojo de lo que cabía esperar por el relumbrón del festival de origen, nos dejó por el camino la muy divertida Training Wheels de Alison Rich, en la que una chica con dificultades para relacionarse recurre a un prostituto para prepararse para una cita, y Au revoir Jérôme! de Chloé Farr, Gabrielle Selnet y Adam Sillard, que es un viaje animado al más allá de inspiración muy libre y reminiscencias al Yellow submarine de los Beatles.

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