Encaramos con pesar y buen humor combinados nuestro último día ‘hábil’ en Sitges. Es sábado, y a mediodía se anuncia el palmarés. Pero más que eso nos interesan las últimas películas que podremos rascar de entre la abultada programación del festival. Tiramos de reposición, y nos vamos a ver El extraño viaje de Fernando Fernán Gómez (1964). Presenta el clásico uno de los grandes actores de la cinematografía española, Emilio Gutiérrez Caba, a quien se homenajea este año con el premio Nosferatu. Su presencia es de una dignidad y erudición que enamora, y enmarca la película entre lo mejor de Fernán Gómez. Ciertamente esta pequeña intriga con aires de crónica negra de la España profunda es de calidad virgen extra. De guión afilado, caligrafía precisa y llena de estímulos, su gusto por lo costumbrista encaja perfectamente con el hecho de que Luis García Berlanga esté tras la historia, mientras que no duda en tomar aires hitchcokianos cuando hace falta, ni de transgredir estereotipos (lo cual le trajo problemas con la censura). Carlos Larrañaga, Tota Alba, Rafaela Aparicio o Jesús Franco se pasean por los escenarios de este pueblo expectante siempre al baile de los sábados, y que será testigo junto con nosotros de un misterio de los que da un tremendo gusto ver arrebujado en una butaca.
La tarde es para el underground, con una restauración en 4K de Multiple Maniacs, del incorrectísimo John Waters. Es nuestro primer contacto con el director, y la película (en la que ejerce la mitad de funciones posibles) es tan irreverente como podíamos esperar, o más. Lanzada con alboroto en 1970, Waters despliega todo un catálogo de freaks para asustar al personal despistado de la época (entre los que destaca la drag queen Divine, que alcanzaría notoriedad gracias a la obra del cineasta de Baltimore) y, en un rizar el rizo de transgresión, dibuja a todos esos marginados de la sociedad no como víctimas incomprendidas, sino como seres nihilistas que no se justifican ante nadie, odiosos en su mayoría, pervertidos, criminales y drogadictos. Multiple Maniacs es desde luego una obra muy modesta en términos cinematográficos: hecha a salto de mata, improvisada con cuatro duros y por momentos falta de ritmo. Pero también un auténtico delirio, con un gozoso uso del mal gusto, algunas escenas hilarantes por lo surrealista, y una búsqueda perpetua del rechazo escandalizado del bienpensante que es para quitarse el sombrero.

Hacemos parada para disfrutar de una cena tranquila, antes de enfilar por última vez el camino del Auditori para ver la incursión americana de Sion Sono, Prisoners of the Ghostland, en la que el excesivo director nipón se asocia con el excesivo actor americano -y últimamente niña de los ojos del fan del género- Nicolas Cage. Como el otro día con Demonic, todo el que la ha visto nos ha advertido de que esta aventura post-apocalíptica es material de derribo; pero no perdemos la esperanza y, una vez más, contra todo pronóstico, nos encontramos una cinta mucho más disfrutable de lo que esperábamos. Puede que Prisoners… no tenga toda la variedad o energía que podría proporcionarnos el Sono más desaforado, y en eso seguramente influya el hecho de que el director no firma en esta ocasión su libreto. Pero también es cierto que la película está llena de colorido, personajes y escenarios pintorescos, gotas de humor pasado de vueltas, y un par de escenas de acción bastante apañadas. Le sumamos el hecho de que Cage está en su salsa, porque su tono interpretativo entra en perfecta sincronía con el de su director, y pasamos un fin de fiesta la mar de resultón.
Es hora ya de las copas, los debates y las despedidas. Haciendo repaso del palmarés, encontramos la ganadora a Mejor película, Lamb, que no hemos podido ver, pero a la que prácticamente todo el mundo dedica alabanzas. Drama con giro fantástico, cuenta con la presencia de una Noomi Rapace que por lo visto borda el papel, y que se ha llevado el correspondiente premio a la interpretación femenina. Más allá de ésto, nos hemos quedado con ganas de ver The Innocents de Eskil Vogt (guionista de Thelma -2017-), que da unas vibraciones entre El pueblo de los malditos (John Carpenter, 1995) y Scanners (David Cronenberg, 1981). La película se ha llevado una mención de las veinte que contiene este año la relación de premios. Entresacamos también una de las sorpresas de esta edición, Silent Night, por la que sinceramente no dábamos un duro, y que resulta ser una comedia negra perfectamente engranada, que se lleva el galardón de guión. Por último, nos han faltado también Titane de Julia Ducornau, que se ha estrenado de forma casi simultánea a su paso por Sitges, y que no dudamos será una de las destacadas de octubre; The medium, cinta tailandesa apadrinada por Na Hong-jin (que el público recuerda por El extraño -2016-); o la película de clausura, The green knight de David Lowery, que por lo visto cumple con creces las expectativas del personal, luce fantásticamente en la gran pantalla, y esperábamos poder ver en cines, pero finalmente se pasará directamente por Prime Video…
En cualquier caso, ha sido todo un viaje, como siempre. Lleno de hallazgos y algunos tropiezos. Pero una vez más, la historia llega a su fin. Goodbye, Sitges.
