Nos levantamos a una hora razonable para recuperar una proyección de retrospectiva, de esas que acostumbramos a usar como colchón ante posibles batacazos. Este año la temática del festival gira entorno al fenómeno licántropo, así que han montado un pequeño ciclo titulado La bèstia interior. Hoy en el cine Prado proyectan una película del año 75 que desconocíamos, Nazareno Cruz y el lobo, del argentino Leonardo Favio. Como tantas otras veces, salimos sorprendidos. La historia del campesino Nazareno Cruz tiene el regusto de los cuentos alrededor de la lumbre, mezclando un costumbrismo ensoñado, maldiciones y tragedia, y hace gala de una sorprendente plasticidad en sus imágenes, muchas de ellas de aliento verdaderamente poético. Bien es cierto que algunas secuencias han envejecido peor en su concepción romántica, pero la magia del conjunto se mantiene intacta. Personajes como el del Diablo están representados de una forma interesantísima, y toda la cinta está plagada de hallazgos y soluciones creativas. Poco importa lo tosco en la propia representación del hombre lobo, cuando Nazareno Cruz revela con éxito una vocación casi operística. Cuánto nos queda por redescubrir.
Con el buen sabor de boca, repetimos sala con la única muestra de documental que veremos en esta edición. Se trata del testimonio de una idea peregrina: Alien on stage, en la cual los trabajadores de autobús de Dorset deciden sustituir su pantomima navideña anual por una representación del clásico de Ridley Scott. La película es de las que consiguen provocar una sonrisa durante casi todo el metraje, y sobretodo deja con ganas de ver la susodicha obra al completo. Si bien es una grabación poco pulida (las autoras eran también novatas en estas lides), se aguanta por el material que retrata, un conjunto de personajes cotidianos que despiertan una ternura muy auténtica, tanto por las ganas que le ponen al improbable empeño, como por la naturalidad y la ausencia de importancia que se dan conforme el invento se les empieza a ir de las manos. Es una muestra de documental sin grandes complicaciones, pero que consigue dejar muy buenas sensaciones en la platea.
Lo siguiente es una cinta de Panorama Fantàstic, seguramente uno de los sectores más irregulares del festival. Nos animamos con la ópera prima de Damian Mc Carthy, Caveat. Se trata de un invento bastante ingenioso, en el que se mezclan diversos elementos del suspense y el terror, desde la casa aislada y los muñecos que parecen poseer alma, hasta los fantasmas del pasado o la enfermedad mental… y el director y guionista inglés se preocupa por aunarlos y darles un tratamiento con personalidad propia. Hay un buen dominio del tempo y de la creación de atmósferas, consigue ser original partiendo de materiales ya vistos, y huye del exceso explicativo (incluso si ello implica dejar algunos cabos sin atar) para ganar así fuerza en la noción de lo misterioso. Una grata sorpresa pues, y un trabajo impresionante para tratarse de un debutante.
Y para terminar la jornada, qué mejor que una de esas películas nicho, aquellas en las que mucha gente ni se fija, y que otros esperamos con toda la ilusión del mundo. Hablamos de The spine of night, una fantasía épica que remite de forma directa a las animaciones de Ralph Bakshi, como Tygra, hielo y fuego (1983), y que consigue un estilo visual único gracias a la combinación de técnicas, que mezclan unos diseños de personajes de línea sólida y pintado plano, con unos fondos muy elaborados y el uso de la animación por rotoscopia (calcada sobre el movimiento de actores reales). El efecto resultante es sinceramente atrevido, y ello unido a una imaginería rica y la sensación de mundo envolvente, hacen que funcione perfectamente como relato mitológico que huele a espada y brujería de otro tiempo. Se añaden a las voces actores como Lucy Lawless (Xena, la princesa guerrera) o Joe Manganiello (reconocido fanático de Dragones y mazmorras), y se genera un algo acogedor en esta obra imperfecta, pero que transpira cariño por los cuatro costados. Salimos del cine a la una de la madrugada, el día ha cumplido con creces nuestras expectativas, y nos vamos a dormir con un buen sabor de boca.
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