Tenemos que reajustar nuestras expectativas para el día de hoy a causa de las limitaciones de tickets para ver películas. Para otra ocasión deberán quedar dos propuestas que consideramos destacadas de esta edición, como son la incursión de Ti West en el western con In a valley of violence y la nueva animación de Makoto Shinkai, Your name (que, por lo que nos cuentan, es de lágrima viva). Aunque comenzamos la mañana algo contrariados, la primera película que vemos nos quita todos los males.
No somos irredentos de Park Chan-wook, pero tenemos asumido que su última película es cita ineludible en Sitges. Cuál es nuestra sorpresa al encontrarnos con lo mejor que se ha proyectado en el festival hasta el momento. The handmaiden es una auténtica pieza de orfebrería narrativa, en la que el director deja de lado su vena más relamida y se centra en contar su historia de la manera más efectiva posible. Un relato de amor y traición ambientado, como viene siendo habitual en el cine coreano, en los años treinta. Detallista, excelentemente ambientada, cargada de erotismo, emoción y sorpresas, resulta difícil imaginar una experiencia más completa que la ofrecida por Park Chan-wook. La melodía que culmina los dos primeros capítulos es de las que se clava en la memoria, la delicadeza y precisión de sus imágenes quita el hipo, y la capacidad para jugar al límite con la historia y los personajes sin descarrilar es digna de estudio. Tanto es así, que finalmente le arrebatará el Premio del Público a Train to Busan. La platea otorgará lo que el jurado le niegue.
Afortunadamente, tenemos unas horas para digerir lo que hemos visto. Más tarde, en el Retiro, el incombustible Bill Plympton presenta su última película, Revengeance, una sátira política en forma de post-noir, si se le puede llamar así. La inventiva de Plympton está a la orden del día, con un montón de pequeñas ideas que enriquecen los planos y generan micro gags de forma constante, así que nos quedamos enamorados de su detective privado y toda la colección de secundarios que van haciendo acto de presencia, desde líderes de sectas extrañas hasta ex-Ángeles del infierno reconvertidos en candidatos a senador. A la salida del cine, el bueno de Bill está como de costumbre con su mesa, vendiendo litografías y DVDs, pero también firmando postales gratuitamente. Un auténtico proletario de la animación que necesitamos en activo.
Enganchamos con otro relato de la América profunda en el extremo opuesto al de Revengeance. Reconozcámoslo, muchos nos hemos acercado a Let me make you a martyr por la curiosidad de ver a Marilyn Manson metido a actor (aunque no sea ésta su primera vez). La ópera prima de John Swab y Corey Asraf está llena de lugares desolados, situaciones sórdidas y personajes desahuciados. De estética conseguida, tiene un problema muy grave: no se entiende bien. A pesar de contar una historia aparentemente sencilla de odios familiares, drogas y venganzas, los autores introducen una fragmentación tan confusa que tira por tierra el resto de su trabajo. Si bien algunas elipsis son interesantes, es como si hubieran cogido el puzzle que es la historia y, al decidir eliminar piezas, hubieran escogido las que no debían. En vez de un trozo de cielo, un rostro, en vez del lateral, la parte central… Absorbido como podría estar el espectador por la atmósfera malsana que desprende la cinta (y la voz de Manson), al final es condenado a pasearse por los márgenes, intentando atar cabos y sin conseguirlo nunca del todo.
Con esta pequeña decepción acabamos una jornada que ha ido implacablemente de más a menos, y tomamos carrerilla para los próximos días, en los que no nos vamos a permitir ningún descanso. Agárrense los cinturones.
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