Después de tanta intensidad toca bajar un poco el ritmo. Aunque en parte sea por cuestión de cuadrante de horarios. Durante hoy sólo veremos tres películas, pero la jornada resulta la más agradecida del Festival hasta el momento.
Amanecemos con sesión de sexo. No en nuestras casas, sino en el cine, de la mano de Gaspar Noé, el hombre que convierte la palabra polémica en algo sobado. Personalmente, no encuentro nada de polémico en el hecho de que su última película, Love, contenga escenas de sexo explícito. Es así y punto. Ni es para rasgarse las vestiduras, ni va a cambiar el rumbo de la historia o del arte. Es, eso sí, atrevido, por el simple hecho de que pocas personas se lanzan a realizar una obra de arte con escenas pornográficas de por medio. Más allá del tema que monopoliza cualquier texto que se pueda leer sobre lo nuevo de Noé, lo que cabe destacar de Love es que la forma -una vez más- lo es todo. Porque el guión en sí es de lo más intrascendente, además de redundante. Si la película se aguanta y tiene consistencia es porque toda ella resulta un gran acierto estético, con un buen puñado de imágenes sugerentes (no necesariamente relacionadas con los genitales de los protagonistas), con juegos de luces y perspectivas que hacen del 3D un recurso natural y bien aprovechado. El discurso se construye a golpe de plano más que de frases y tramas. Media hora menos (de polvos, de conceptos repetidos) y la cinta hubiera sido excelente.
La siguiente parada es la ganadora del prestigioso Festival de Annecy, Miss Hokusai, del japonés Eiichi Hara. La apuesta es segura dado que, más allá de eventuales premios (y aquí se llevará el Anima’t), tras la propuesta se encuentra el estudio de animación Production I.G. Después de la anterior sesión, resalta aún más lo equilibradas que consiguen ser habitualmente estas películas: Miss Hokusai tiene un buen desarrollo de personajes, no se estanca, dura lo justo (seguramente fruto de las circunstancias de producción). Se trata de un slice of life sencillo y bello, en que priman los microconflictos: ¿será reconocida la protagonista por su trabajo? ¿sobrevivirá su familia? ¿cambiará la relación con su padre? ¿se enamorará?… Son apenas noventa minutos que pasan en un suspiro y se convierte en la primera película de este Sitges a la que es difícil ponerle algún ‘pero’.
Redondeando el día de contrastes, un nuevo cambio de tercio llega con SPL 2: A time for consequences. Producción hongkonesa a medio camino entre su lugar de origen y Tailandia, se trata de una cinta con tundas de las buenas. Con los especialistas Tony Jaa y Simon Yam como protagonistas, uno no puede evitar pensar que Bruce Lee hace tiempo que quedó superado. Qué parte del mérito corresponde a los actores (el bueno de Yam, toda una simpática superstar que visita el festival, se jacta de mantener exactamente el mismo peso que hace diez años) y cuál a las nuevas técnicas de grabación, resulta una cuestión de difícil disquisición. En la práctica, SPL 2 parece independiente de su primera parte y es una suerte de Johnnie To hormonado con artes marciales. Lo cual deriva en una historia de género policíaco tan típica como funcional, coreografías emocionantes y muy (muy) contundentes, un villano escalofriante y un clímax de los que quitan el hipo, al punto de resultar épico. Los aplausos no se refrenan esta tarde en el Retiro, y hacen olvidar tanto la sorpresiva visita de David Prowse, que se apareció esta mañana en el Hotel Melià aún sin estar previsto en la lista de invitados de este año, como los problemas de proyección que ha tenido esta película, que se suman a los de primera hora con Love en el Auditori. Cada año se hace necesaria una ensaladilla como la que acabamos de presenciar.
Es que Tony Jaa es mucho Tony Jaa.
Pues si llegas a conseguir verla, me dices del malo. No hay nada con más swag que hacer artes marciales entrajado.
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