En su nueva película tras dar la campanada con Tangerine (2015), el director Sean Baker sigue fiel a sus principios y continúa interesándose por los márgenes de la sociedad. En The Florida Project sigue a un grupito de niños durante el verano; pero a diferencia de otras historias sobre idílicas aventuras repletas de nostalgia, los protagonistas de su cinta viven en habitaciones de mala muerte, están a cargo de padres semiausentes e irresponsables, y se mueven sin control por un entorno general que la mayoría de nosotros consideraría poco edificante.
Pero he aquí lo que eleva la película: Baker no se regodea en la miseria, no se compadece de sus personajes, no los utiliza para conmovernos con métodos baratos. Se coloca a su nivel, los acompaña en todo momento, muestra su realidad con una inusitada naturalidad. Y, de esa forma, el espectador va desgranando situaciones y sujetos que están muchas veces en lugares diametralmente opuestos a lo que considera correcto o incluso aceptable, pero que termina por asumir. Porque no hay otra opción, porque las cosas son así y punto. Y (también ayudado por la inteligente elección del período estival para contar la historia) termina por atravesar esa primera capa de sordidez que envuelve la existencia de los personajes para descubrir vidas que se agitan y respiran como las de todo hijo de vecino. Sin necesidad de confundir eso con la simpatía (a la madre de la niña protagonista no hay realmente por dónde cogerla) o con la asunción de su código de conducta. Simplemente dejando de lado la condescendencia y los juicios morales, que por lo general sobran en esta vida.
The Florida Project consigue crear con gran facilidad una atmósfera cercana y llena de aire con un material que, en manos de otra persona, hubiera sido pura y dura depresión y asfixia. El drama está ahí, pero se deja a cada uno digerirlo a su ritmo. Y, por supuesto, está Willem Dafoe, que brilla con luz propia en uno de los papeles más modestos que se le recuerdan, y que insufla a la película una humanidad que termina por ser uno de sus pilares más importantes. Sobre la conclusión de la cinta se podría debatir largo y tendido, y es posible que aquí Baker resbale, al igual que con su duración, algo excesiva (seguramente efecto colateral de que se haya asignado para sí mismo las tareas de edición). Pero las nubes no consiguen tapar el sol, y The Florida Project se nos presenta como una muestra de lo que debería ser el auténtico cine independiente -por mucho que, una vez más, hayan cazado a una estrella de Hollywood por el camino-: modesto, honesto, audaz y con verdadera sangre.
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