Si nos encontráramos todavía en la era de los videoclubs, la cinta que nos ocupa sería todo un fenómeno, una de esas películas que aguantan años y años en las estanterías y que siempre encuentran un cliente dispuesto a llevárselas a casa y a hacer correr la voz después sobre sus maravillas. Porque Hardcore Henry es pura explotación, un filme pensado para darle al público exactamente lo que está demandando -adrenalina- y en cantidades industriales.
Totalmente consciente de su naturaleza y sin ningún tipo de pretensión adicional (ni complejo alguno), el debutante Ilya Naishuller se dedica a encadenar pieza tras pieza de acción en primera persona, tan solo preocupándose de la coreografía, el movimiento de la cámara, el ritmo, la espectacularidad… Que, aunque pueda parecerlo, no es poco. Naishuller se pasa una hora y media en plano subjetivo sin que el espectador quiera que le trague la tierra, pensando inteligentemente cuándo se puede permitir agitar la cámara y cuándo no, cómo ubicarse en el espacio para que las escenas sean claras sin necesidad de cambiar el punto de vista… Toda una serie de decisiones arriesgadas que resuelve con sorprendente soltura.
Prepárense para una trama prácticamente inexistente, villanos maniqueos, figurantes de usar y tirar y (esto sí se hace molesto por momentos) un uso ejemplarmente burdo de la música. Pero también para una gran variedad de escenas de acción a cada cual más demencial y divertida, una sorprendente intervención de Sharlto Copley, un despliegue técnico sin parangón (con varios momentos en los que el espectador se preguntará cómo demonios han rodado eso) y, en definitiva, una actitud decididamente petarda. ¿Concatenación intrascendente de videoclips? ¿Cine de acción de autor? Posiblemente las dos cosas.
Hardcore Henry es todo lo que la parte adolescente de nuestro cerebro podría pedir. Un éxito total si estuviéramos en la era de los videoclubs. Como no es así, la presencia de la película en España tras su paso por el Festival de Sitges se ha visto reducida a un estreno casi ficticio (una sala de 36 personas durante una semana en toda la provincia de Barcelona), y su éxito, si llega, será gracias a la viralidad que ya nos hizo conocer los anteriores clips de su realizador. Lo de aguantar años y años presente entre el respetable será más difícil. Solamente si consigue traspasar esa otra barrera, más exigente y esquiva, que lleva directamente al estatus de culto.
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