Crónica Sitges 2015: Sexto día

Llega el momento en todo Festival de Sitges en que uno comienza a pasar los días en una nube. Más que por el disfrute (que se da por descontado) es por el cansancio acumulado. Lo cual no es óbice para mantener el ritmo prácticamente inalterado (si acaso, algún día se comienza la jornada con la sesión de las diez en vez de la de las ocho). El miércoles de este festival lo pasamos en gran parte luchando contra el sueño. Y aún así, hacemos más de un descubrimiento.

El primero llega bien pronto, con una película que seguramente resulta temerario programar a primera hora de la mañana. Se trata de Last days in the desert, en la cual Ewan McGregor interpreta a Jesucristo en su travesía por el desierto. El ser un episodio poco explotado, la elección del protagonista y la fotografía de Emmanuel Lubezki hacen que un puñado de personas nos acerquemos al Prado para averiguar cómo sale el invento. La película de Rodrigo García es austera, cuasi espartana, y explora la soledad de Cristo, que en su viaje apenas se cruza con una familia que vive aislada, y que se tornará en el centro del conflicto dramático. Un conflicto, aún así, pausado, salteado por las interesantes intervenciones del Demonio (o quién sabe, del lado oscuro de Cristo) interpretado con acierto por el mismo McGregor. Si a ello le sumamos la fotografía de Lubezki, que aprovecha a fondo la luz natural, y las enigmáticas elipsis de los planos finales, Last days in the desert termina por ser casi una experiencia religiosa.

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Ánimos de trascendencia tiene también Justin Kurzel con su versión de Macbeth. Una de las películas más esperadas por su buena recepción crítica a nivel internacional, y por el reparto encabezado por Michael Fassbender y Marion Cotillard. Pero qué quieren que les diga, a pesar del impactante aspecto visual, Kurzel quiere hacer un Macbeth tan introspectivo que le sale ensimismado. Ni siquiera cuando los actores declaman sus líneas frente a otros parece que se estén dirigiendo a ellos. Así que al público ya ni hablamos. Hay películas orientadas a la emoción, que podría decirse que envuelven al espectador por dentro. Otras, orientadas a la razón, que envuelven al espectador desde fuera. Macbeth, sin embargo, es una burbuja aislada, como una bola de nieve que el público observa desde fuera, sin posibilidad de entrar en lo que está contando. Puede que Carlos Areces, desde su posición de jurado, se pasara con sus declaraciones («A mi Macbeth me pareció un rollo. Creo que planché 30 o 40 minutos»), pero por otra parte hay que reconocer que llevaba razón.

Para quedarse planchado, pero de la impresión, Belladonna of Sadness. Sitges Clàssics recupera una rareza de la animación japonesa que alguien se ha encargado amablemente de restaurar a 4K. La experiencia audiovisual que obtenemos de su pase en el Retiro, pues, es un lujo de los que no se repiten. Y eso que hace falta estar bien predispuesto para entrar en su juego. Estamos hablando de una producción de 1973 sustentada principalmente en fotogramas fijos sobre los cuales la cámara se desliza, y que eventualmente se animan de forma parcial o total. Limitaciones de producción a parte, esta singularidad se añade a la extraña cualidad del diseño, que recuerda poderosamente al art nouveau, y a lo transgresor de su planteamiento más allá del plano visual. Un auténtico melodrama de fantasía y lujuria, solamente apto para adultos, bañado con baladas de rock progresivo y momentos de auténtica psicodelia. Nunca habéis visto una película como esta.

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En cambio, sí que podéis haber visto alguna del estilo de Assassination. Pero eso no quita que se disfrute igual. Del mismo director que hace unos años presentó aquí The thieves, Choi Dong-hoon, esta vez nos encontramos con otro thriller, pero ahora ambientado en los años 30, durante la ocupación japonesa. Hay traiciones, drama, romance, aventuras, acción, espionaje… Todos los ingredientes que se le podrían pedir a una superproducción de calidad, y todos mezclados en su justa medida. Dura casi dos horas y media, pero nadie lo diría. Además, la protagonista es de las que levantan aplausos. Ideal para pasar la tarde.

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Para comenzar la noche, en cambio, Hellions no parece la mejor opción. Esperanzados por el hecho de que su director, Bruce McDonald había realizado una interesante incursión en el género zombi con Pontypool (2008), acabamos escaldados cuando nos presenta esta otra muestra de supervivencia terrorífica, ahora de la mano de unos ¿extraterrestres? ¿Demonios? Para la poca sustancia que tiene el relato, demasiado queda en el aire, y la sensación de que es así porque detrás de todo esto no hay nada realmente sólido. La fotografía, si bien atrevida, con ese extraño virado a rojo, es fea y da sensación de cutrez, y la presencia de Robert ‘T-1000’ Patrick no consigue que mejoren nuestras sensaciones. Lo de Hellions es un globo bien desinflado.

Y para finiquitar la jornada, tiene un punto curioso Strangerland, que lleva a Nicole Kidman de nuevo a Australia, y con los niños desaparecidos para más inri. El ambiente cálido y árido del interior del país queda muy bien retratado en esta ópera prima de Kim Farrant. Por momentos me hace recordar (no porque se acerque a su maestría) el súper clásico que nos pusieron el año pasado en esta misma sala, Despertar en el infierno de Ted Kotcheff (1971). Pero cuando uno empieza a estar magnetizado por el conflicto, intrigado por el destino de esos niños y por la descomposición del matrimonio protagonista, la evolución de la pareja empieza a no tener demasiado sentido. Al punto de que en ocasiones parece que tengan los papeles cambiados. Y esto echa por tierra gran parte del trabajo realizado, sobretodo cuando al final el relato se queda a medias. Que para eso no hacían falta casi dos horas. Ni aguantar la insufrible actuación de Joseph Fiennes (suerte que no lo vemos muy a menudo). Para compensar está un estupendo Hugo Weaving. Pero aún así, lo mejor que se puede hacer tras lo que llevamos de velada, es irse a la cama. Mañana será otro día.

3 Respuestas a “Crónica Sitges 2015: Sexto día

  1. Ya sabes que salí emocionadísima del Retiro después de verla. Si te dejas llevar por la psicodelia y entras en el juego de la historia es una experiencia increible. Y no solo porque me tocara la fibra de mujer, que también. ¡Suerte que me la recomendaste!

  2. Pingback: Crónica Sitges 2022 (III): Golpes, explotación y espionaje | PlanoContraPlano

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