Por segunda vez se celebraba el Saló del Manga de Barcelona en la Fira de Montjuïc, tras su longeva trayectoria en la Farga de l’Hospitalet, un espacio por el que algunos aún sentimos cierta nostalgia. El cambio, aún así, se hacia este año más patentemente necesario que nunca puesto que, a pesar de la notable ampliación del espacio dedicado a la convención, se registraron unos tiempos de espera inauditos durante dos de los cuatro días, que ensombrecieron el evento tanto por las molestias ocasionadas como por su repercusión en la prensa (lo que obligó a Ficomic, antes incluso de finalizar el salón, a comprometerse a corregir este aspecto de cara al 2014).
Más allá de esto, pasearse por el Saló era la misma gratificante experiencia de siempre: todas las tiendas especializadas y por especializar aglutinadas por una vez al año en un espacio compacto, posibilidad de conseguir jugosas firmas, muestras de lo más variopinto y una novedad más que interesante: las proyecciones de anime en sala de cine, aprovechando la cercanía a la feria de Barcelona de los multicines Arenas.
El jueves era sin duda el día ideal para pasear sin apreturas, y aún no se esperaba el desbarajuste que llegaría al día siguiente («¡He entrado después de seis horas!» llegué a oir a un chaval a las siete de la tarde del viernes). Probablemente ajeno a estas eventualidades, ya se encontraba por allí el mangaka Shintaro Kago, una de las estrellas de esta edición, que firmó cómics durante los cuatro días de convención. Solamente había un pequeño gran ‘pero’, que muchos no conocíamos de antemano: tales rúbricas se reducían a treinta por sesión y, para más inri, se obtenían mediante números que EDT repartía en su stand con una hora de antelación. Misión imposible.
Cuando, más tarde, uno se paraba a observar al autor firmando autógrafos, podía entender el porqué de la limitación, ya que regalaba a cada aficionado una pequeña ilustración hecha al instante. Muy interesante también la posibilidad que ofrecía de adquirir ilustraciones originales, dispuestas en dossieres en la misma mesa y con unos precios bastante asequibles. Al verlas, uno se volvía a sorprender de cómo un artista tan extremo puede haber tenido un éxito tan amplio en nuestro mercado. Bienvenido sea.
La otra figura destacada que se dejó ver desde el primer día era Daisuke Nishio, director de varios largometrajes y episodios de «Dragon Ball». Con una mínima previsión, era posible irse del stand de Selecta Visión con un DVD estampado por este personaje, de trato agradable e impecable corrección nipona. Seguramente no le faltó trabajo a lo largo del Saló, donde también hubo espacio para una colección de ilustraciones que resumían la historia del manga en cuestión de unos metros, dando un bonito efecto pese a no tratarse de originales. Como una especie de complemento a la exposición que ya protagonizó la archiconocida serie el año pasado, con motivo del aniversario de su publicación en nuestro país, la otra cara de esta Dragon Ball Exhibition consistía en unas réplicas de las referencias de diseño y coloreado que se utilizaban para dar vida a los personajes en el anime.
El viernes era la jornada ideal para entretenerse viendo deambular al personal, puesto que era el día con entrada gratis para los cosplayers. La afluencia de gente disfrazada fue espectacular, al punto que podría ponerse la mano en el fuego a que la cifra de asistentes que se animan a venir trajeados ha alcanzado máximos históricos con esta edición. No faltaban los habituales entregados a «Dragon Ball» o «Pokémon», así como los fans de «One Piece» y otras series conocidas. Pero sin duda, el boom de este 2013 lo protagonizó «Ataque a los titanes», con disfraces realmente elaborados. Aún así, había variedad para todos los gustos, y casi resultaba extraño no apuntarse al juego, visto el magnífico ambiente que se respiraba.
Pudimos, ya por la tarde, asistir a la proyección de «Evangelion 3.0: You Can (Not) Redo». Era sorprendente ver a algunos de los asistentes marchar de la sala tras el avance previo de «Ataque a los titanes» (serie muy prometedora, por cierto), teniendo en cuenta lo que nos había dolido perdernos la última animación de Gainax en el pasado Festival de Sitges. La continuación de este peculiar remake era desde luego arriesgada, y esa es la mayor virtud con la que cuenta «Evangelion 3.0». Hideaki Anno ahonda en las diferencias respecto a la serie original que ya se manifestaron en la anterior película, pero mantiene el potencial hipnótico, la espectacularidad en la acción y la perfección técnica, más allá de que algunos segmentos no estén igual de conseguidos en cuanto a diseño y desarrollo argumental. De hecho, uno tenía la sensación de no haber entendido nada al salir de la sala pese a ser conocedor de la historia, lo que resulta tremendamente excitante, a la espera de las explicaciones que puedan obtenerse de la conclusión, que se augura apoteósica. Así pues, una narración absorvente, corregida respecto a la primera entrega de la saga. Si hay algo que realmente molestara fue que la proyección se realizara, inexplicablemente, en DVD, teniendo en cuenta que ya se encuentran disponibles las copias en alta definición. Un detalle que desmerecía sin duda la experiencia y que resulta bastante lamentable.
Resultaba agradable ver cómo se han mantenido en el Saló las actividades centradas en la gastronomía japonesa, tras el éxito de la pasada edición en este aspecto. Mientras tanto, la temática central de este año se reflejaba en una completa muestra de mangas deportivos, montada en paneles con multitud de fichas explicativas agradecidamente sintéticas, que permitían ampliar conocimientos al respecto del spokon sin perder la paciencia. El sábado era uno de los días en que, paralelamente, se podía disfrutar de una demostración de sumo, a cargo de Kôtarô Mieda y Shinya Miyashita, los deportistas invitados especialmente para el evento. Fue sin duda una sesión muy interesante, a pesar de lo denso y ceremonioso de la presentación; pero al final hubo tiempo para simpáticos añadidos como los ‘combates’ con el público por parte de unos rikishi que apenas si se aguantaban la risa ante los intentos del personal por tumbarlos.
Sin apenas darnos cuenta, llegó el último día del Saló, y las colas se hicieron de nuevo mucho más asumibles. Momento ideal para mirar con calma los stands, cazar al vuelo ofertas de última hora y, como traca final, asistir a la proyección de «Dragon Ball Z: La batalla de los dioses». Un sencillo ejercicio de nostalgia, con un guión cogido con pinzas pero con suficiente simpatía como para mantener al público atento (y contento) durante todo el metraje. Sin contar con la que es, probablemente, la secuencia de acción más espectacular de toda la serie. Teniendo en cuenta lo que significa este anime en nuestras tierras, la presentación de la película era la perfecta guinda para el pastel.
Atrás quedaron, a pesar del tiempo empleado, algunos rincones a medio explorar, charlas sin escuchar y, sobretodo, compras sin hacer. Pero desde luego, quedaba una certeza: el Saló del Manga, el evento por excelencia que dignifica la figura del friki, tiene cuerda para rato.
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