Amanezco en la terraza del Melià, disfrutando del café más caro de Sitges mientras me empapo del ambiente de primera hora del Festival. Por ahí anda también Jaume Balagueró, un fijo del lugar; a la entrada veo a Nacho Cerdà, presidente del Jurado de este año y cabeza visible del malogrado –por el momento- Phenomena, que tan buenos ratos de revival fantástico nos ha dado durante los dos últimos años.
No es una mala opción comenzar el día con un poco de acción, así que escojo “Motorway”, una producción hongkonesa que vienen a presentar su director Cheang Pou-Soi y su protagonista Shawn Yue, que encajaría perfectamente en la popular descripción de ‘puto amo’, con sus gafas de sol y parquedad de palabras. La película es realmente notable y demuestra una vez más el buen hacer de esta gente, mientras me pregunto nuevamente por qué parece imposible realizar cine de estas características aquí. La base argumental es clásica: el mentor, el aprendiz rebelde, el enemigo heredado del primero. Podría decirse que nos encontramos ante un “Fast & Furious” con clase, en esta ocasión con acción magníficamente rodada y, lo que es más importante, en la cual nos importan los personajes, descritos perfectamente en cuestión de un par de pinceladas -cosas tan sencillas como plantificar en el papel del héroe a un policía de tráfico. Es curioso, pues, que la película tienda a ser infravalorada ya que, sin aportar novedades al panorama del género, cuenta con una factura impecable.
Para el que aún no lo sepa, la cosa va de nazis que vienen de la cara oculta de la Luna. Aún así, “Iron Sky” no parte con el beneplácito de mucha gente que ya la ha podido ver. Las expectativas, pues, son bajas para este producto realizado con el vital apoyo de la iniciativa crowdfunding más conocida en la red. Más allá de los excelentes efectos especiales de los que hace gala a pesar de su relativamente limitado presupuesto, la cinta supera las expectativas, con algunos golpes de humor realmente acertados, gags incisivos de carácter político y una total desvergüenza, que suple sus carencias narrativas. Me mosquea pensar en el doble rasero que creo percibir al oir las críticas a “Iron Sky”: pareciera que un humor de este tipo, pasado de vueltas y exagerado, sea bien recibido en producciones asiáticas, donde se calificaría de ‘hiperbólico’, mientras que en el cine occidental, donde es menos usado, el adjetivo más adecuado parece ser el de ‘tonto’. Nada más lejos de la realidad. Al final, sólo me arrepiento de no poder hacerme con una de las fantásticas camisetas –una Luna de Meliès con el bigote de Hitler- que repartía a la salida su director, que se mostró como una auténtica estrella del rock en la presentación. Demasiado tarde caigo en la cuenta del porqué algunos de mis compañeros habían salido corriendo de la sala al aparecer los primeros títulos de crédito.
Aprendo cosas bastante interesantes con el documental “Method to the madness of Jerry Lewis” de Gregg Barson, después del cual es difícil no coger un poquito más de cariño por este clásico personaje, al cual no me he acercado con toda la profundidad que debería. Es algo decepcionante, por otra parte, encontrarse con una película que bien podría ser un complemento en un pack de DVDs sobre el maestro (en efecto, es un documental pensado para TV), de manera que resulta sorprendente encontrarlo dentro de la sección Seven Chances, escogida por la crítica. Echo también muy en falta la necesaria aparición de Jim Carrey –más cuando hacia el final del documental se le menciona-, así como algún comentario alrededor de la total retirada de Lewis del mundo del cine, que parece no tener relevancia alguna para el realizador. En cualquier caso, se trata de un documento extenso, que es arropado con entusiasmo por un público incondicional.
Mientras ceno rápidamente antes de encarar la velada, recibo un regalo inesperado, en forma de entradas para ver “Insensibles”, para la cual se habían agotado. Me dirijo por lo tanto de vuelta al Auditori, donde encuentro a una auténtica marabunta de gente sobre el escenario presentando la película. Hace gracia toparse con una cinta rodada en catalán -experiencia que se repetirá, sorprendentemente, a lo largo del festival-, que parte además de una premisa muy interesante (unos niños que, como el propio título indica, no perciben el dolor). A pesar de contar con momentos de gran intensidad, Juan Carlos Medina ataca diversos temas que acaban algo desperdigados y pierde la oportunidad de ahondar en algunos aspectos interesantes. El final es algo increíble, aunque sin duda poético y elegante. En cualquier caso, para cuando llega, Jaume Figueras, que estaba sentado a mi lado, hace rato que se ha marchado, seguramente nunca sabremos si por el cansancio (es casi medianoche) o por hastío.
Decido cambiar la maratón nocturna del Prado por la del Retiro. Aunque tenía muchas ganas de presenciar el revival de “Maniac Cop 2” (William Lustig, 1980) y “Class of 1984” (Mark L. Lester, 1982), tener que tragar con un episodio de “Doctor Who” que ni me va ni me viene y con un nuevo documental que, a pesar de su interesante temática –el slasher-, me hace temer otro producto televisivo, hacen que me decante por la alternativa.
La llamada Monster Marató comienza con “Storage 24”, una cinta de Johannes Robers sobre invasiones alienígenas que nace con reminiscencias a “Attack the block” (J. Cornish, 2011) –con ella comparte similar estilo de fotografía y sencillez de base-, pero bastante menos efectiva que aquélla. Cuando juega con sus personajes, “Storage 24” funciona mejor que cuando se dedica a ser una peli de monstruos (la criatura, por otro lado, es bastante bonita), momentos en los cuales se siente rutinaria. Todo mejora con el segmento final, que incluye algunos buenos gags y brío narrativo.
A continuación se presenta “Thale” (Aleksander L. Nordaas), una producción sueca de bajo presupuesto. La historia, que gira alrededor del descubrimiento de una especie de ninfa, resulta interesante, pero la estética es por momentos muy justa dadas sus limitaciones, a lo cual no ayuda la mala elección de una cámara en mano poco favorecedora. Me quedo medio dormido durante la proyección de esta película, que no me parece la más adecuada para presentar a las tres de la madrugada, así que opto por retirarme a tiempo. Tal vez algún día pueda ver las otras dos cintas que completaban el pack, “The dinosaur project” (Sid Bennett) y “F” (Johannes Robers, 2010).
Telita no asistir a algo por no ver un capítulo de Dr Who.
Cuando vas con cierto ritmo y te dicen que para ver la primera película realmente interesante tienes que esperar a las 3 de la madrugada, el último capítulo del «Dr. Who» te estorba más que otra cosa…
Pingback: Crónica Sitges 2021 (IV): La cumbre está a la mitad | PlanoContraPlano