El calor está definitivamente asentado en esta localidad del Garraf, donde el verano parece resistirse a abandonar por completo el ambiente, tal vez para no resentir al turismo, principal actividad del lugar. A los que vamos al cine nos da igual, así que, mientras tanto, empleo la mañana para acomodarme en el apartamento donde me alojaré durante el resto del festival.
La jornada oficial comienza pues a mediodía, con la recuperación, dentro del ciclo denominado ‘Neoculte’, de “Reservoir Dogs”, la ópera prima de Quentin Tarantino, que celebra este año su vigésimo aniversario (la película, no él). La copia proyectada es en 35 mm –algo que se hará tremendamente extraño a lo largo de estos días, y por ello saboreado en melancólica proporción directa. Sin duda el autor hubiera disfrutado con esta sesión, dada la mala calidad de los rollos, que acusan un virado a rojo, un notable desgaste y múltiples ralladas, pero que convierten la experiencia en toda una muestra del grindhouse por el cual profesa tanto amor. La nostalgia se apodera de la sala, y sorprende volver a reencontrarse con un guión brillantemente construido e igualmente realizado, con una puesta en escena que hace olvidar por completo la escasez de medios de la cinta. Especialmente la actuación de Tim Roth resulta estelar y tras leer la interesante columna que el diario del Festival dedica al evento, me llama poderosamente la atención el hecho de que la película se abra con una voz en la radio que anuncia una canción de K-Billy (evento que se repite más tarde en la cinta), estableciendo una conexión inmediata con la película que realizará 11 años más tarde, “Kill Bill”; conexión que, tras ver los detalles cruzados a lo largo de toda su obra, resulta difícil considerar casual. Pese a lo que queda por venir, el día terminará con la agridulce consciencia de que la mejor película que se ha podido ver cuenta con veinte años a sus espaldas.
Mientras tanto, se hace necesario realizar una pausa para la comida, pero no queriendo perder ninguna oportunidad, me cuelo a ver el último tercio de “The conspiracy”, por la que sentía gran curiosidad. Me encuentro con un impresionante documento en el que los protagonistas se infiltran en una secta y que sinceramente llega a dar escalofríos. Debo reconocer que, a posteriori, me llevo una pequeña decepción al descubrir que esta película, enmarcada en el apartado de no ficción de la sección Noves Visions es, en definitiva, un mockumentary (falso documental). Que me expliquen qué tiene eso de no ficción.
Tras un pequeño paréntesis en el que me acerco a ver el mar por primera vez y disfruto leyendo la breve entrevista con Yim Pil-sung (co-director de «Doomsday Book») en el diario, me dispongo a atacar una nueva propuesta coreana, “Young Gun in the time”. Se trata de una cinta muy justita del director de “Invasion of the Alien Bikini” (2011), Oh Young-doo, que no pude ver el año pasado. Me pregunto si aquélla responderá a la curiosidad que me generaba tras ver el resultado de su última película: la escasez de medios parece en ocasiones excusa para presentar un producto que cae demasiadas veces en la cutrez, al intentar combinar la comedia más descabellada con cierta epicidad de andar por casa. El global, aunque con algunas ideas muy valorables -a destacar el asesino con una cinta métrica como arma-, no funciona, y está rodado con bastante poca gracia. Desde luego, no pasará a los anales de los viajes en el tiempo.
El panorama mejora, sin llegar a tirar cohetes, con “The Exorcist in the 21st Century”, un documental inicialmente previsto para televisión pero ‘inflado’ a largometraje. La temática es sin duda atractiva y la oportunidad de presenciar un exorcismo real brinda algunas imágenes bastante impactantes. Pero el caso usado como hilo conductor no alimenta grandes dudas con respecto a la causa terrenal de la posesión –que, no por casualidad, y sin querer faltar a nadie al respeto, ocurre en Sudamérica- y el protagonista de la película, el padre José Antonio Fortea (personaje inquietante como pocos), no es explotado llegado el momento clave, quedando el espectador con las ganas de presenciar el esperado exorcismo que debe practicar. Es curioso que lo firme el noruego Fredrik Horn Akselen, aunque siendo este país cuna de tendencias como el death metal, puede entenderse su interés por la temática. Sólo me queda confesar que la declaración de Fortea en la que confirma que la película que más se acerca al fenómeno del exorcismo es precisamente «El exorcista» (W. Friedkin, 1973), a pesar de ser bastante coherente, me recuerda hilarantemente al famoso vídeo en el que Carlos Jesús alaba la representación del más allá hecha en «Ghost» (J. Zucker, 1990). En fin, tonterías mías.
Lo que viene después de esta sesión no tiene perdón de Dios, valga la redundancia. Previo al nuevo film de Takashi Miike, se nos castiga con la proyección del cortometraje “El peix Sebastiano”. Haciendo gala de un surrealismo mal entendido, que parece querer remarcar constantemente la absoluta libertad de creación y desbordante imaginación de sus autores -como corrobora la presentación que se hizo de ella-, la película es candidata a ser la obra más pretenciosa de esta edición. Multitud de silbidos y risas prosiguieron a su proyección, que defendieron con aplausos algunos presentes, seguramente solidariamente cohibidos por la presencia de parte del equipo (o por ser parte de él). Yo, por respeto, preferí no hacer mucho ruido.
La desgracia no se cierne más sobre nosotros, ya que justo después comienza la última aportación al cine del hiperactivo japonés: “For love’s sake”. Una película totalmente libre (esta vez en serio), que bien podría tratarse de un spin-off de la sensacional “Crows Zero” (2007) a la que se le han introducido algunos números musicales. Tanto las canciones como las coreografías no tienen precio, con múltiples detalles que consagran a Miike como un verdadero maestro tras las cámaras, capaz de hacer una película a lo grande -más de dos horas de épica-, sin ser ésto impedimento para completar otras dos en el mismo año. Un tratado que versa más sobre la obsesión que sobre el amor, al que se le puede achacar un problema relativamente habitual en la filmografía del genio, como es el exceso de metraje, que redunda en cierta repetición de la información. Por contra, cada secuencia es una maravilla de la planificación, con un encuadre soberbio tras otro, a la vez que, tanto el inicio como el final de la cinta, resultan brillantes. Y, como un conocido me comenta, si el principio y el fin son espectaculares, eso es Miike en esencia.
Da gustico leerte. Qué ganas me entran de ver a Miike, que lo tengo nada visto 😦
Da gustico que te lean.
Miike es bastante inabarcable, estamos hablando de un tío con una media de más de 3 pelis por año desde que empezó en el 93. A mí mismo me faltan infinidad por ver, y la calidad suele ser variable, pero nada más que por la cantidad que hace y que muchas de ellas son notabilísimas, me despierta una admiración máxima. Para probar sus diferentes facetas (que esa es otra, ha acabado tocando todos los palos), te recomiendo, por ejemplo: “Ichi the killer” (2001), “Crows Zero” (2007) y “Hara-kiri” (2011). Tres fantásticas películas.
Ahá, Harakiri, ésta es la que vi. Creo que este mismo año sacaba la basada en Phoenix Wright, una saga de videojuegos de Capcom que empezó en Japón con la GBA, se dio a conocer en territorio PAL con la DS y hace na menos que un crossover con Professor Layton en la 3DS.
Y claro, todo esto + Mike, puede ser curioso XD
Y, por supuesto, ¡también estuvo en el festival!:
http://wp.me/p2kwYs-6J
PD. Si has visto «Hara-kiri», sustituye la propuesta por «13 asesinos», del año anterior. Es brutal.
a 13 asesinos es de las que más ganas tengo. Tú mira The Raid de una vez.