Terrifier 2

La violencia siempre ha vendido, ya sea en portadas de periódicos o en obras de ficción. Y tal vez por eso, en las últimas décadas nos hemos acostumbrado, para bien o para mal, a su representación progresivamente más explícita. Seguramente como efecto colateral, el gore (su expresión audiovisual más gráfica y extrema) se ha ido introduciendo, con los años, como un recurso puntual pero habitual en incontables producciones destinadas al público mayoritario, usado como elemento narrativo, plástico o con la simple voluntad de crear un choque en el espectador. Paradójicamente, de forma simultánea, seguimos encontrando películas de género que, pese a ser el ecosistema natural para este tipo de representaciones, llegan capadas a las salas en aras de ampliar sus posibilidades en taquilla (véase últimamente el caso de la exitosa M3GAN – Gerard Johnstone, 2022- o la próxima Infinity Pool de Brandon Cronenberg -a quien ya le pasó lo mismo con su anterior Possessor, 2020-). Puede que sea por una tendencia a recular en este terreno y/o porque la pantalla grande se reserva para productos conservadores desde el punto de vista de la rentabilidad económica y sea en la pequeña donde todavía se toman según qué tipo de riesgos o se permite segmentar más al público objetivo. Fuera como fuere, con este panorama en mente, resulta un alivio encontrar una cinta que se manifiesta en dirección diametralmente opuesta a estas tendencias y que hace de la búsqueda de un nicho muy concreto su desvergonzada razón de ser.

Y es que Terrifier 2 de Damien Leone tiene ese espíritu irreverente que tiende a echarse en falta en las salas de cine. Orquestada como un slasher de toda la vida, con una historia mínima para sustentarse a lo largo de su excesivo metraje, significa sin embargo una evolución respecto a su predecesora (que llegó a nuestro país a través de las plataformas), que se encontraba desnuda de trama hasta un extremo cercano al del arte y ensayo. Y Art se llama precisamente su villano protagonista, un payaso-mimo que se dedica a descuartizar a quien se le ponga por delante en las noches de Halloween. Lo curioso es que, mientras que en esta secuela se introducen más elementos narrativos que en la original, cada pieza destacada de información parece generar más preguntas que respuestas. Si ello se debe a una cuestión de simple torpeza en el guión, a un esquema preconcebido sobre los derroteros que ha de tomar la saga (porque esto tiene visos de continuar) o a un trilerismo macabro de su artífice con el objetivo de jugar con nuestras expectativas, todavía está por ver. La cuestión es que, tras más de una década obsesionado con su fantasioso asesino (la primera aparición de Art se remonta a un corto de 2008), el personaje y las reglas que lo rigen siguen estando envueltos en una nebulosa. Y cada píldora que se ofrece en Terrifier 2 camina curiosamente en el filo que separa el ridículo de la fascinación.

A ello hay que sumarle el reclamo principal de la cinta y probable razón de su inesperado éxito, junto con el hecho de que Leone ha conseguido crear un psicópata verdaderamente icónico (su aspecto físico, histrionismo y la completa ausencia de sonido que lo envuelve dan como resultado un diseño de villano mucho más original de lo que esperaríamos a estas alturas): las escenas gore de las que hablábamos al inicio. Unas escenas que transforman el aparato de slasher en un splatter de tomo y lomo. Brutales como pocas se han visto, se entienden mejor al descubrir que el director proviene del terreno de los efectos especiales de maquillaje. Él mismo se ha encargado, pues, de diseñar esas piezas ultraviolentas, escabrosas y no exentas de humor macabro.

Así, el visionado de Terrifier 2 genera un punto de desconcierto y valorar la película se convierte en un ejercicio arduo. Porque, si bien cuenta con notables arritmias y soluciones de dudosa pericia, consigue también hipnotizar por momentos, con esa mezcolanza de lugares comunes del género, fotografía de texturas vintage, pasajes cercanos al surrealismo y otros chocantes por su extremismo gráfico. Y porque llega a tocar esa tecla que es elemento primordial de la fascinación por el gore: el del morbo visceral, la válvula de escape inconfesable. La sensación, por momentos, de estar viendo algo prohibido, en los bordes de la legalidad. Algo que resulta cada vez más difícil de encontrar al estar su presencia más o menos normalizada, pero que remite a la forma como seguramente se sintieron en su día los espectadores de las seminales obras de Herschell Gordon Lewis en los sesenta, de la saga Guinea Pig en los ochenta o de la infame A Serbian Film en el nuevo siglo (como sabrá el aficionado, en este caso el sueño casi se volvió realidad con el juicio derivado de su proyección en el Festival de Sitges).

Hace poco, casualmente, comentábamos que el corazón del gore todavía latía en algún sitio. No cabe duda de que Terrifier 2 es uno de esos lugares, el del puro exploitation que no rinde cuentas a nadie y que se regodea ante la posibilidad de escandalizar al personal. ¿Quieren justificación para esta muestra de imágenes sórdidas? ¿No entienden el disfrute que alguien puede encontrar en estas explosiones de ultraviolencia que se proyectan en la pantalla? ¿Se les escapa qué efecto catártico pueden generar en el público? ¿O incluso la pulsión artística que podría encontrarse tras ellas? Son cuestiones que tal vez ni siquiera valga la pena discutir. Pero una cosa es clara: si se plantean en serio alguna de estas cuestiones, esta no es su película.

Anuncio publicitario

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.