Ya se sabe que la Historia la escriben los vencedores. Y cuando hablamos de premios, suele ocurrir lo mismo. Cada año, en la entrega de galardones más mediática del mundo del cine, se destaca una película como la Mejor del año (sic). Puede que, durante un tiempo, al resto de las integrantes de la lista les favorezca en su publicidad el ‘Nominada a Mejor película’ de turno. Pero una vez resuelta la incógnita de quién se lleva el trofeo a casa, tal reclamo se diluye a una velocidad pasmosa. Y, a medida que pasan los años, el personal se irá olvidando de ese ‘efecto Oscar’, y tal vez hasta de la misma película. Lo cual no siempre es un drama (aunque lo mismo podríamos decir de algunas ganadoras), pero en ocasiones hace que desaparezcan del panorama algunas obras que bien hubieran merecido su huequito en la memoria de los espectadores. A punto para la entrega de premios de este año (que todavía no sabemos si tendremos humor de seguir en directo), vamos a intentar recuperar cuatro cintas que -creemos- sufrieron el destino que le espera en esta edición a La favorita de Yorgos Lanthimos, posiblemente la única película, junto con Roma de Cuarón, que se merece el puesto en la lista de nominadas por sus méritos artísticos. Hemos aceptado el reto de escoger películas del 2000 a esta parte y, en la práctica, ha sido más fácil encontrar ejemplos en este período que en anteriores, en los que da la sensación de que hubo más títulos que cristalizaron en la memoria popular. Son los siguientes:
Gosford Park (Robert Altman, 2001)
En una de esas ediciones polémicas, en que la efectiva pero olvidable Una mente maravillosa de Ron Howard se llevó el gato al agua, Robert Altman, una de las figuras claves del Nuevo Hollywood, presentaba a competición una historia contenida, de familias acomodadas y criados, que combinaba drama e intriga impecablemente. Ya en su día se la emparentó en cierta medida con la serie Arriba y abajo (1971), bastante antes de que esa referencia la monopolizara Downtown Abbey (ya en 2010). El reparto de Gosford Park era de fiesta por todo lo alto (Emily Watson, Maggie Smith o Clive Owen, por mencionar algunos), pero tan solo rascó el nada desdeñable premio al Mejor guión original. En uno de esos arrebatos de culpabilidad que tiene en ocasiones Hollywood, en 2005, un año antes de su muerte, le otorgaron a Altman un Oscar honorífico.
Un tipo serio (Joel e Ethan Coen, 2009)
No es que los hermanos Coen hayan necesitado hasta ahora grandes dosis de reconocimiento, y tan sólo dos años antes se habían llevado el premio gordo con No es país para viejos. Pero lo cierto es que Un tipo serio pasó en su momento por las carteleras sin pena ni gloria y, siendo un título a la altura de sus obras más fascinantes, es también uno de los más ignorados. Puede que por su carácter taciturno, puede que por la ausencia de estrellas en el reparto, el caso es que tuvo un par de nominaciones y, al no recibir premio alguno, se quedó donde estaba: en el cajón del olvido excepto para los fieles a su cine. Kathryn Bigelow, con la muy notable En tierra hostil, les pasó la mano por la cara en un año con un par de candidatas tan interesantes como faltas de posibilidades (Up de Bob Peterson y Pete Docter, y Distrito 9 de Neill Blomkamp).
Los descendientes (Alexander Payne, 2011)
A Alexander Payne siempre le han hecho caso en los Oscars, pero su relación nunca ha acabado de cuajar. Tras su mayor éxito a nivel global, Entre copas (2004), soltó a George Clooney por Hawai y filmó una de las comedias dramáticas que más nos han satisfecho en mucho tiempo. No necesitó hacer grandes malabarismos: una construcción sencilla, una realización delicada y unos actores maravillosos entre los que destacaba el descubrimiento de una Shailene Woodley que, hasta el momento, no ha sabido capitalizar su talento a nivel artístico. Como en el caso de Altman, la película se llevó el premio al Mejor guión (esta vez adaptado), y ahí se quedó la cosa. Algo nos dice que su recuerdo se ha ido desvaneciendo entre el personal, y no debería.
Bestias del sur salvaje (Benh Zeitlin, 2012)
Casi nadie había visto Bestias del sur salvaje antes de estar nominada a la estatuilla dorada, y pocos más la vieron después. Lo cual es una lástima, porque se trata de una bella rareza dentro del ecosistema de los Oscars. Ganadora de Sundance, era una película rodada con muy poco dinero, que marcaba el debut en largo de su director (aún estamos esperando su segunda intentona), y con un reparto mayormente no profesional. Añádanle la ambientación en Nueva Orleans y unas gotas de realismo mágico, y tienen una pieza que difícilmente podría haber dado la campanada. Fue aquel un nuevo año para la polémica, con el premio otorgado a la tercera película que dirigía Ben Affleck, Argo. Un suspense que confirmaba el magnífico oficio que tiene Affleck tras las cámaras, pero que no poseía el fresco encanto de la que nos ocupa. Como todas, quedó a la espera de que alguien escarbe un poco para redescubrirla.