Notamos el final del Festival echándonos el frío aliento en el cogote, pero afortunadamente aún quedan algunas películas muy esperadas por ver. La primera de ellas resulta al final algo decepcionante. Más que nada porque prometía ser (y de hecho lo es) de lo más gamberro de este año. Lo que pasa es que a Yakuza Apocalypse de Takashi Miike le falta cohesión. Decían que se habían puesto de acuerdo, de manera muy espontánea, director, guionista y productor para hacer algo que se saliera de la tónica general del cine japonés comercial, saturado de adaptaciones de manga y videojuegos entre otros (de las cuales, hay que recordarlo, Miike ha dirigido unas cuantas). Así que decidieron romperlo todo, y de paso volver a una época anterior en la filmografía del cineasta. El resultado es muy loco, tronchante en numerosas ocasiones, la acción tiene la contundencia habitual, las criaturas son originales… pero han dejado que el guión hiciera aguas. Yakuza Apocalypse es una colección de buenas bromas y set pieces enganchadas sin ton ni son, así que genera una extraña desazón tras las expectativas puestas sobre ella.
Otro japonés mimado por el festival es Kiyoshi Kurosawa. Su Journey to the shore es formalmente muy bonita, pero también algo monótona, y con menos solidez en su representación de las presencias fantasmagóricas (que no se diferencian un ápice de las personas reales) de la que cabría esperar. Como ocurría con su anterior película, Real (2013), la cinta acaba siendo muy larga para la poca sustancia que gasta. Como mínimo, no tiene un último tramo como el del famoso plesiosaurio -quienes no lo conozcan, no pregunten-, ofrece un puñado de secuencias agradables, cierto misterio a lo largo de su desarrollo, y a Tadanobu Asano de co-protagonista (visto que finalmente decidimos prescindir de la segunda parte de Parasyte).
Y llega un peso pesado al certamen. Se trata de Tom Savini, que ya pisó Sitges hace poco, y vuelve a darse un garbeo aprovechando que lo homenajean con un documental, Smoke and mirrors: The story of Tom Savini. El acabado de la película es un poco de baratillo, pero resulta bastante entretenida por el completo repaso que hace de su figura (como cabe esperar, siempre desde una óptica amable). Por en medio, alguna que otra lección de vida a extraer de la dilatada experiencia del maestro -que, no lo olvidemos, además de técnico de maquillaje ha hecho sus pinitos como actor, director y especialista- y fragmentos de metraje con sabor añejo. Un documental sin sobresaltos, por y para fans.
Es la hora de tomar algún riesgo, y lo hacemos con Zoom, una historia dentro de otra historia dentro de otra historia, que acaba cerrando un peculiar círculo. El artefacto está bien imbricado y, sobretodo su trama inicial y principal, con Alison Pill intentando convertirse en una de las muñecas sexuales que fabrica, es muy divertida. Lo que pasa es que a las otras dos líneas narrativas (una de ellas, animada) les falta algo de gracia, y aunque siempre mantenga el interés por la forma en que unas afectan a las otras y la evolución de todo el tinglado, la propuesta pierde algo de fuerza conforme avanza. Sigue siendo, aún así, una de las cintas más originales que hemos visto, y de las más pulidas.
Tras tanto metarrelato, el peso del cine clásico cae un día más sobre nosotros. Esta vez presentado dentro de la sección Seven Chances, ésa en la cual siete críticos escogen una película que el 99% de nosotros no ha visto ni tendrá oportunidad de volver a ver. La de hoy es Arcana, de Giulio Questi (1972), una auténtica rareza con un fuerte sabor a giallo, tintes paranormales y atmósfera enrarecida (no en vano, gran parte de la película ocurre en el interior de un oscuro piso). Aunque algo embarullada, cuenta con algunas imágenes impactantes, y el magnetismo visual propio de los filmes de ese espacio y tiempo, de los cuales Arcana es hijísima. Pero, como mínimo en este caso, esos factores juegan totalmente a su favor.
En cambio, no soy capaz de dejarme atrapar por lo nuevo del valoradísimo Andrej Zulawski. Su Cosmos desarrolla lo que interpreto como un espacio onírico desde una planificación convencional. Es decir, que el ‘sueño’ lo percibimos nada más por las acciones y los diálogos de los protagonistas. Tal planteamiento me saca de mis casillas a la media hora de la película, y no puedo evitar abandonar la sala, por primera y última vez en el festival. Tal vez no estuviera del humor adecuado.
En su lugar, me dispongo a ver un entretenimiento mucho más light, The devil’s candy. Seis años después de su debut con The loved ones, el director Sean Byrne consigue levantar un nuevo proyecto, apoyando la atmósfera de su película ni más ni menos que en el heavy metal. Algo que le da un plus muy divertido a la proyección, ya que se convierte en una pieza que aporta energía al conjunto y se encuentra bien integrada tanto en la trama como en los personajes que la protagonizan. De hecho, éstos son lo mejor de la película. Por fin encontramos unos actores que actúan con inteligencia y coherencia desde el inicio hasta la conclusión del relato. Sólo una de cada diez veces una unidad familiar compuesta por dos padres y una adolescente nos genera deseos contrarios a la aniquilación, y The devil’s candy consigue que suframos por la supervivencia de sus criaturas. La lástima es que las limitaciones de presupuesto se dejan sentir, y el último tramo flojea. A Byrne le falta culminar el clímax con un giro que tenga fuerza y siga la línea de intensidad ascendente que debería tener. Pese a todo, nos vamos a la cama de buen humor, aunque con la sombra del final del certamen planeando sobre nuestras cabezas.
Coincido totalmente contigo con las dos pelis que vi: Yakuza’s y Devil’s candy. La primera acabas no sabiendo por donde pillarla y llegó un momento en que de intentarlo: déjalo que destruya el mundo que lo mismo acaba saliendo Goku por aquí. Y la de Devil’s la disfruté mucho mucho: hacia tiempo que no me convencían con una peli de terror. La banda sonora genial,y Sunn O))) está clavadísimo. Grandes! Lo malo, como dices,el climax,porque casi no lo es; y la escena iluminativa final… eso chirría iun poco más. Aun así, compro,sin duda.