Atlántida Film Fest 2014: Post-mortem

Para cerrar nuestra cobertura del Atlántida, hemos querido dejar algunas anotaciones adicionales, en relación a películas de las que no hemos hablado a lo largo de este mes. Por diferentes causas, pensamos que merecen algún tipo de atención o aclaración.

Para comenzar, vale la pena destacar algunas propuestas interesantes pero que, por razones no del todo definidas, han desaparecido en combate más tarde o más temprano. Consideramos que debería haberse informado más claramente de estas vicisitudes. Mientras tanto, no hemos podido verlas ni, en consecuencia, valorarlas. Se trata de tres filmes que figuran entre lo más atractivo de la parrilla de programación, y son:

  • «Upstream Color» de Shane Carruth: Lo nuevo del director de «Primer» (2004) ha sido lanzado en DVD tras un estreno limitado en salas, lo que podría explicar que un día dejara de estar disponible en el catálogo del Atlántida.
  • «El desconocido del lago» de Alain Guiraudie: Joya anunciada del drama de temática gay, figuraba como  película de inauguración, por lo que fue retirada el 30 de marzo. Lo acabamos de saber al leer la sinopsis en su ficha de Filmin. Puede que también influyera su estreno en algunas (muy pocas) salas.
  • «Las aventuras de Lily Ojos de Gato» de Yonay Boix: Ausente desde el primer minuto, a pesar de figurar en el dossier de prensa. Se proyecta en el D’Autor, lo que tal vez haya llevado a los responsables de la cinta a no avanzarla en este festival. Tuvimos la suerte de ver una copia de trabajo en su día, y podemos afirmar que vale la pena.

La noche de Lily no va a ser exactamente como ella creía.

Seguimos con algunas referencias que comenzamos a ver, pero que no mencionamos en su momento al no haber finalizado sus respectivos visionados. Aún así, consideramos de interés señalarlas. Nunca se sabe, puede ser de utilidad para evitarlas, o bien para verlas y rebatir nuestra poca paciencia:

  • «Rescatando Sombras» de Julián Franco Lorenzana: El tema que trataba, la conservación en el cine, era desde luego denso, pero incluso estando interesados en él no pudimos terminarlo. Algunas valoraciones en la película olían a naftalina. Ésta y la fallida «A ritmo de Jess» nos previnieron de seguir indagando en el ciclo Reflejos.
  • «La tumba de Bruce Lee» de Canódromo Abandonado: Cuando el acabado técnico de tu película no acompaña, lo mejor es compensarlo con un ritmo impecable. Desgraciadamente, no es lo que ocurre en esta producción underground, donde se alternan los momentos de cierta gracia con otros bastante artificiales, en un conjunto que acaba haciéndose pesado.
  • «Ritual» de Giulia Brazzale y Luca Immesi: Tal vez es que ese día no estabámos de humor, pero no pudimos aguantar más de diez minutos esta especie de sesión de psicomagia mal digerida para yuppiesUna de las peores cosas en este mundo es la pretenciosidad vacua.

Por último, un puñado de cintas que apuntan maneras pero que, por diversas razones, se nos han escapado:

  • «En un lugar sin ley» de David Lowery: Ya fue la película de clausura del Americana en Barcelona, y lo ha sido ahora del Atlántida. Su atmósfera melancólica promete, al igual que esas dos grandes estrellas aún sin sobar que son Rooney Mara y Casey Aflleck. La buena noticia: se estrena en breve.
  • «The Kings of Summer» de Jordan Vogt-Roberts: Algunos añoramos las (buenas) películas de pandillas de hace unas décadas. Ésta parece recuperar su espíritu y, aunque no está licenciada en nuestro país, es posible que pueda encontrarse por otras vías.
  • Serán seguramente de más difícil recuperación (aunque también de interés algo menor que las dos anteriores): «Of Horses and Men» de Benedikt Erlingsson, «La paz» de Santiago Loza, «El lugar del hijo» de Manolo Nieto y «Les rencontres d’après minuit» de Yann Gonzalez.

Las dos jóvenes promesas cumplidas, en un amargo romance.

Ahora sí, cerramos transmisión. Sin duda el festival ha sabido encontrar su hueco en la jungla de certámenes entre los que tenemos (cada vez más) para escoger. Algo digno de alabanza. También hay que señalar, aún así, que la calidad ha sido demasiado irregular, provocando una sensación global agridulce. Algo que ocurre, en mayor o menor medida, en otros festivales. Deberíamos plantearnos, tal vez, si no es conveniente anteponer calidad a cantidad e incluso perfil propio.  Al fin y al cabo, si las exclusividades que definen el evento son pobres, ¿de qué sirven? A pesar de todo, esperaremos con impaciencia la siguiente edición del Atlántida, con ganas de descubrir gracias a ellos algunas nuevas joyas del séptimo arte, que seguro las volverá a haber.

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