Big Bad Wolves

Es inevitable pensarlo, tal y como se vende la película: si “Big Bad Wolves” es lo mejor que vio Tarantino el año pasado, no debió acudir demasiado al cine. No es tampoco que la segunda cinta de los israelíes Aharon Keshales y Navot Papushado no tenga sus valores. Pero, desde luego, está lejos de acercarse a la calificación de memorable.

"Prisioneros" versión simplona.

En cierta manera, y aún siendo superior a aquélla, “Big Bad Wolves” contiene algunos de los errores que estaban presentes en la ópera prima de la pareja, “Rabies” (2010). Su punto de partida es bueno, tiene sus atisbos de originalidad, pero no aguanta el paso del tiempo. Le falta discurso (algo que sí tenía su pariente más cercana, «Prisioneros» de Denis Villeneuve -2013-). La película contiene un gran conflicto dramático (la caza y captura de un abusador de niños) que no se traduce en un desarrollo dramático potente, sino que deriva en un pulso minimalista ya no solo en su puesta en escena, sino en su riqueza e interés para la audiencia. Los realizadores practican un estilo de dirección marcadamente americano, tan bien asimilado como falto de carácter local. Llama la atención el tono cómico que aparece de forma dispersa a lo largo del guión, y que revela la intención de los autores de aportar una personalidad propia a la historia. Pero la ejecución no acompaña, y acaba tratándose de anécdotas pobremente integradas en el desarrollo de la película, pegotes intrascendentes que, si acaso, sirven para dinamizar algo el renqueante desarrollo de la historia.

En definitiva, dónde mejor funciona la mano de sus artífices es en la misma secuencia de arranque, solemne, bella y vibrante. Los siguientes compases continúan con gancho y ritmo. Pero una vez agotado el motor del conflicto principal, “Big Bad Wolves” se arrastra en su intento de mantenerse en pie gracias al humor negro y las situaciones desagradables. Keshales y Papushado siguen con redundancias en forma y fondo. Y terminan salvando la función por los pelos gracias a algún que otro giro.

“Big Bad Wolves” es una propuesta hinchada desde el papel de su guión hasta la publicidad. Saca más músculo del que tiene. Una cinta pasable, con actitud, eso sí, pero que queda empequeñecida a  poco que se compare con sus similares.

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