La Venus de las pieles

El texto de «La Venus de las pieles» es sin duda inteligentísimo. El trabajo de Roman Polanski a la dirección es todo lo preciso que se podría esperar de él. Y, aún así, uno no puede evitar preguntarse si este material, de origen teatral, pedía realmente ser adaptado al cine. La película ofrece recompensas valiosas, sobretodo para el que no haya tenido ocasión de ver la obra de partida. Pero la idiosincrasia de «La Venus de las pieles» está tan bien planteada para representarse sobre un escenario, interactúa de una forma tan íntima con el propio teatro que, conforme avanza la cinta, surge con fuerza la idea de que la pantalla no es más que un obstáculo entre la platea y la historia que se narra.

Sí que hay destellos de puro cine. Previa a la pronunciación de una sola frase, «La Venus de las pieles» se abre con un magnífico movimiento de cámara, con ésta flotando sobre un lluvioso paseo parisino, que pese a su sencillez como imagen, dota de un halo de fantasía incierta a todo el desarrollo de la historia. Es, posiblemente, la mayor aportación audiovisual sobre el material de partida que puede permitirse Polanski, y que contribuye a ese interesante juego entre la ficción y la realidad que recorre toda la película. El trabajo sobre el sonido también deja algunos apuntes de valor, utilizado con sutileza y expresividad. Más allá de ésto, desgraciadamente, pocas imágenes consiguen permanecer en el recuerdo, a pesar de que su contenido sí impacte con efectividad en la mente del espectador.

Amalric cediendo a los encantos de Seigner.

Todo vuelve a descansar, pues -y siendo ésto un gran valor de por sí-, en el texto y en los dos actores que lo interpretan. El teatro donde tiene lugar la acción se convierte en ese mismo espacio cerrado en el que vive el propio Polanski. Emmanuelle Seigner puede explotar a máxima potencia ese algo perturbador que atesora su físico. Mathieu Almaric, como director de la ficticia representación, se enfrenta a la subyugante Venus a modo de alter ego del verdadero realizador. La narración hace de la sutileza la norma, y reta a la inteligencia del espectador, juega con sus deseos, establece relaciones constantes entre texto y subtexto, consciente y subconsciente, verdad y mentira. Invierte alternativamente los roles de cazador y presa, y consigue reflexionar sobre algo que leí hace poco en algún sitio, y que describe una idea que se desarrolla a lo largo de la película. La idea de que, durante muchos siglos, la contemplación del arte ha consistido, en gran medida, en hombres observando a  mujeres, y en mujeres observando a otras mujeres siendo observadas.

Una respuesta a “La Venus de las pieles

  1. [importado de facebook]

    David Vilaplana Cantero ¿La has visto, Albert?

    Albert Carreras No, pero me gusta leer tus orgasmos verbales.

    Albert Carreras En el buen sentido. No se entienda mal. Que me leo religiosamente tus posts sobre pelis.

    David Vilaplana Cantero Ya tengo una razón más para escribir 🙂

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