Crónica Sitges 2013: Grand Resaca

Afortunadamente, pude despedirme del festival de forma gradual, y el domingo asistí a un par de proyecciones de la maratón que tuvo lugar por la tarde en el Retiro. Eso me permitió no esquivar vilmente todos los premiados -a pesar de mi ausencia de juicio al respecto, sí puedo asegurar que el premio del público para «Jodorowsky’s Dune» es bien merecido-, pues la primera película que se deslizó ante mí fue «Coherence», ganadora del premio al mejor guión y a la mejor película por parte del Jurat Jove.

Si algo bueno se puede decir de «Coherence«, es que efectivamente tiene un guión estupendo, con una historia compleja pero perfectamente encajada y cerrada, que a pesar de meterse en el jardín de las paradojas espacio-temporales y las teorías de física cuántica, consigue salir ilesa de la treta. Si algo malo se puede decir, es que no es la historia más cinematográfica que puede verse, al estar sustentada completamente en los diálogos y las entradas y salidas de personajes en escena, lo que, si no fuera por el tramo final, en que la coreografía se complica algo más, la convertiría en una perfecta obra de teatro. Más allá de sus limitaciones, el plato deja a todo el mundo satisfecho. Muy bien actuada, por cierto.

Sospechas de que algo no cuadra en "Coherence".

La que se convertirá en última proyección para un servidor, es «Cheap thrills«, especie de comedia negra de la que me habían hablado muy bien. Ciertamente, esta metáfora (nada sutil) de nuestra situación actual arranca aplausos en diversas ocasiones, justamente por lo descerebrado y original de la propuesta. Una noche aparentemente normal para el protagonista, pero que terminará en la más absoluta locura, es un buen punto de partida sobre el cual el debutante E. L. Katz desarrolla su discurso con ritmo y s0lvencia, manteniendo un correcto equilibrio entre suspense y comicidad, y culminando en un plano final estupendo en su sencillez y capacidad de síntesis.

Una forma curiosa de acabar una noche de copas.

Con esto terminamos nuestra presencia en Sitges este año. Ha sido un Festival inolvidable como siempre, a pesar de las archi-repetidas pegas -al menos en los pasillos- llegadas principalmente desde el sector de la prensa. Algunas justificadas, otras sobredimensionadas, y otras tantas en el terreno de los imponderables.

Bien es cierto que ha habido algunos déficits que afectan concretamente a este círculo, pero al final los errores más importantes, y sobre los que debería haber más margen de mejora, son aquellos que recaen también sobre el público general, verdadera base (reconocida por los organizadores) del festival. Esto es:

Por un lado, el respeto a los horarios, algo que se arrastra desde hace bastantes años y que en algunos casos provoca importantes conflictos entre proyecciones. Para el espectador ocasional puede no suponer un problema, pero el que acuda al festival con asiduidad puede ver truncada su jornada al no poder compatibilizar dos películas que en principio sí debían ser combinables, y por las que ha pagado un precio nada desdeñable.

La fantástica cola previa a la malograda proyección de "Capitán Harlock" en 3D.

Por otro, la calidad de algunas propuestas. Como habrá comprobado el lector si ha seguido las crónica aquí vertidas, y aunque para gustos siempre están los colores, hay ciertas películas que claramente no cumplen unos mínimos de calidad para estar en el festival (si afinamos, hay muestras en la sección oficial de cintas que no son malas, pero tampoco tienen el nivel que se esperaría de una selección anual de lo mejor del género). Nuevamente, el espectador más o menos accidental (o de hecho cualquiera) puede sentirse estafado al haber desembolsado un importe que no se ve recompensado por una proyección mínimamente satisfactoria. En un festival, el público confía ciegamente en el criterio de los seleccionadores, y encontrar en ocasiones una respuesta que no cumpla esas expectativas puede generar desencanto en ciertos sectores. El buen hacer de los artífices (como mínimo en el caso de Sitges) está fuera de toda duda, pero parece que en ocasiones hay otros factores en juego que llegan a entorpecer el conjunto de la selección.

Tal vez una reducción en la cantidad de la programación (siempre teniendo en cuenta que la amplitud y variedad de propuestas es una de las mejores bazas del festival) podría mejorar la calidad y a la vez permitir eliminar los problemas de horarios, e incluso añadir proyecciones para ciertas películas que pasan por el certamen como una exhalación.

Como imaginará el lector, sería injusto, a pesar de lo expuesto arriba, dejar que los defectos del Festival empañen lo que es y lo que significa éste de forma global: ni más ni menos que el mayor y mejor acontecimiento cinematográfico que ocurre cada año en Catalunya, un evento que siempre aporta experiencias nuevas y momentos para el recuerdo y, en definitiva, una de las mejores semanas del año para los que tenemos la suerte de disfrutarlo de cerca. Y que dure.

Bill Plympton nos explica cómo eligió Sitges para la premiére mundial de su última película.

2 Respuestas a “Crónica Sitges 2013: Grand Resaca

  1. Este año a estado bastante bien… jejejeje, variado. Aunque hemos sido más selectivos con las películas 😉

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