La del viernes vuelve a ser otra de esas tardes para el recuerdo. El animador Bill Plympton honra al festival con la primicia mundial de su nueva película, que se ha financiado parcialmente vía crowdfunding. Por si fuera poca prueba de su carácter independiente, se dedica a llevar consigo una paradita de DVDs para conseguir nuevos fondos para sus próximos proyectos. Así, de tú a tú. Y charla y dibujos para todos, por supuesto.
«Cheatin’» es una pequeña joya se mire por donde se mire. El estilo de Plympton es tremendamente personal, extremado pero a la vez cercano, lleno de gotas de humor negro pero también de romanticismo. La película cuenta una historia de amor muy sencilla, pero a la cual el también guionista aporta un pequeño giro fantástico que acaba de redondearla. El regusto tiene un punto de amargo (tal vez a alguien le venga a la mente «Bésame, tonto» -B. Wilder, 1964-). El énfasis está en el cómo, en el desarrollo de las ideas de forma visual y en la creación de un mundo propio. Y desde luego, eso lo consigue, con la virtud además de la brevedad, pues la cinta dura una escasa hora y cuarto. No necesita más, y más de uno debería tomar buena nota.
Desgraciadamente, tenemos que dar prioridad a otra personalidad por encima de la de Plympton tras la proyección de su película. Y es que, mal que nos pese, el plato fuerte de la tarde se encuentra en la sala Tramuntana del Melià, donde imparte clase magistral ni más ni menos que Takashi Miike. Ángel Sala se atreve incluso a aventurar que ‘llega el momento más importante del Festival’. Que no falten los agasajos para el invitado japonés, que desde luego va a tener una estancia movida, de proyección en proyección y con alguna charla y premios de por medio. Miike se muestra extremadamente correcto con el público, que como siempre es algo tímido a la hora de empezar con el bombardeo.
Nunca sabremos si el traductor de japonés no conseguía transmitir bien la esencia de algunas cuestiones, o bien si Miike respondía un poco lo que le venía en gana, pero ciertamente quedaron en el aire algunas incógnitas, como por ejemplo la que abrió (como no podía ser de otra forma) la ronda: ¿cómo lo hace para llevar tal ritmo de trabajo con dos, tres, cuatro, hasta cinco o más películas anuales? Al final, el secreto parece que sea que no hay secreto, pues Takashi Miike no le da demasiada importancia a este hecho. En cualquier caso, el departir se acaba a la hora y cuarto escasa, para disgusto del personal. En breve, transcribiremos los apuntes más interesantes que pudieron oírse de boca del director de culto. El agradecido epílogo vino al reservarse un espacio para firmar el libro que ha editado el festival en su honor (y no muy bien publicitado al inicio de la sesión, todo hay que decirlo), o cualquier cosa que el fan total pudiera ponerle delante. Al cabo de un rato, Miike se notaba algo agobiado. Nosotros ya habíamos cumplido con nuestra parte, así que nos dirigimos hacia una nueva (y última por el día) sorpresa.
Quién nos hubiera dicho que el actor -y director- James Franco sería una de las voces más atrevidas de Hollywood (o subterráneas a él). Y el caso es que así es, e «Interior. Leather Bar» es posiblemente la película más radical que se proyectará en este festival. En la reconstrucción de los minutos censurados de «A la caza» (W. Friedkin, 1979) que centran el eje de la película, Franco y su compañero Travis Mathews exploran los límites de la ficción y de nuestra mentalidad, y para llevar la propuesta hasta sus últimas consecuencias, no tienen problema en tontear con el porno gay. Lo que al principio parece el making off de la propia representación, acaba siendo también representación, y cuando pensamos que, por lo tanto, todo es, al fin y al cabo, un paripé, entendemos lo clave que es el aparentemente frívolo (o escandalizador) uso del sexo en la cinta. Muchos salimos entusiasmados con la propuesta; algunos parecen algo incómodos, cosa que puede entenderse -esto ya depende de la sensibilidad de cada uno, de la mentalidad, al fin y al cabo. Brillante, en cualquier caso.
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