La primera jornada de Sitges (o Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya, si no hay tanta confianza) resulta breve este año. No es hasta primera hora de la tarde que aterrizo en la estación de tren de la localidad, y apenas si podré ver un par de películas antes de replegarme, con vistas a acumular sesiones durante el fin de semana. Dicen que hay crisis, que ha afectado al Festival y por eso este año dura un día menos. Da absolutamente igual: el ambiente es idéntico al de las últimas ediciones, nadie comenta tal prolegómeno, y todo el mundo se encuentra eufórico por volver a lo que nos reúne en este pueblo de forma anual: empaparse de cine, dejarse llevar por la cinefilia y, en no pocas ocasiones, la cinefagia. El disparo de salida está dado.
La primera sesión a la que asisto es la de Cortos de animación a competición (el primer bloque, concretamente). Para ser sinceros, encuentro el nivel algo justo: como me ha parecido percibir en otras ocasiones con este formato, abunda el talento a nivel artístico (es decir, creatividad en los diseños, imaginación y variedad de técnicas usadas), pero la cosa no raya a la misma altura en el apartado cinematográfico. La mayor parte de cortos, pues, dejan algo frío, y funcionan mejor como demostración técnica que como película -o, en algunos casos, demandarían un desarrollo en formato más largo. Destaca, eso sí, «Kick-Heart» de Masaaki Yuasa, cuyo arranque ya despierta al personal como un oasis dentro del programa, cosa que se entiende mejor cuando aparece el logo de Production I.G. a la cabeza, e incluso el nombre asociado del maestro Mamoru Oshii. Cachondo, de estilo extremado y tremendamente pop. Son interesantes también «Drunker than a skunk«, del querido Bill Plympton, por su creatividad a nivel visual, y «The fox and the chickadee» por lo adorable de su artesanal técnica. En el extremo contrario, «The triangle affair» o «Canti della forca» rozan lo insufrible.
Esta toma de contacto, medianamente frustrante, no consigue desanimarme, pues la siguiente propuesta es «Byzantium» de Neil Jordan, conocido por el gran público gracias a «Entrevista con el vampiro» (1994), y que ganó el Festival de Sitges en 1984 con «En compañía de lobos». Su última película no decepciona: «Byzantium» está exquisitamente rodada y, sin aportar grandes novedades al subgénero vampírico, ofrece un puñado de momentos realmente bellos (más allá de la hermosura que aportan sus personajes centrales, una angelical Saoirse Ronan y una hipersensual Gemma Arterton, que realizan unas interpretaciones de alto nivel). La narración está cuidada, los socorridos flashbacks, que unen la historia pasada y presente de las dos protagonistas chupasangre, se integran con elegancia en un texto bien escrito, y el conjunto resulta un relato gótico a la vez que contemporáneo. Bien es cierto que pueden sobrarle unos cuantos minutos, pero hay poca cosa más que pueda reprocharse a la película, más allá de que no cuente con fecha de estreno en nuestro país.
La cinta me hace olvidar la ausencia a la gala de inauguración. Por lo que oigo, «Grand Piano» (una película que personalmente no me atrae en exceso) ha dejado muy buenas impresiones a lo largo del día. Revolotean los nombres de Hitchcock y De Palma -lo que son palabras mayores-, y no es hasta el final del segundo día de festival que encuentro algunas opiniones discordantes respecto a los valores de la afortunada escogida para abrir el certamen. Sea como sea, esta vez, y a pesar de la presencia de Elijah Wood en el escenario, no ha habido caídas en la presentación.
Coincidim amb lo mateix 😉
Y el Gran Truñaco, quiero decir… Piano, no me gustó, es una película pretenciosa y ridicula. Nos vemos esta tarde por el Retiro.
Implacable como siempre. Me hace aumentar las ganas de verla. Modo maligno ON.
Dejaría al pobre Frodo tocando el piano en medio del amazonas mientras se lo comen los caníbales 😀
Pobret. Yo sólo haría eso después de verlo magrear impunemente a Leonor Watling.