El Saló del Còmic de Barcelona es, desde hace años, una cita imprescindible dentro de la agenda cultural popular de la ciudad, por no decir del país. Afincado durante muchos años en la Estació de França, su traslado en los últimos tiempos al recinto ferial de Montjuic le ha dado nuevo aire, además de hacerlo mucho más transitable para el visitante. Tal envergadura se ve reflejada en el programa de actividades e invitados, que este año era realmente impresionante, y conseguía generar la sensación de encontrarse ante uno de los grandes eventos del sector a nivel mundial. Pasearse por el salón con tranquilidad, degustando su ambiente, es uno de los placeres que ningún aficionado al medio, y en general a las manifestaciones socioculturales, debería perderse.
El evento ha contado con algunas exposiciones realmente bonitas gracias a la abundante presencia de materiales originales. Gran esmero transpiraba la muestra que daba la bienvenida al recinto, «Cuadernos de viaje», en la que diversos autores daban cuenta de sus andanzas por el mundo (que podían empezar en la misma ciudad de Barcelona), con gran variedad de estilos artísticos y resultados formales. Una delicia. Resultaba también ineludible pasar un rato mirando la hiperactual «El humor no se recorta» para valorar la gran labor de los viñetistas a la hora de diseccionar la actualidad y echarse unas afiladas risas (por no echarse unos lloros).
A lo largo de las diversas jornadas, y entre el gran ambiente que se respiraba (eso sí, más sosegado que en la anterior edición, posiblemente a causa de la deprimente coyuntura socioeconómica), también tuvimos tiempo de recalar en la macroexposición «Por un puñado de cómics», un acercamiento a un género alejado de sus años de mayor gloria, pero con numerosas joyas a recuperar. Algunas piezas, como los trabajos de portada para novelas del Oeste, no tenían precio. Dignas de museo. También para museo (si algún día llega a construirse) serían los materiales reunidos para el «Centenario de Ambrós», de nuevo con multitud de originales en los que se podía apreciar el cuidado trabajo del autor del Capitán Trueno y otros tebeos clave en la historieta española.
El apartado de novedades era extenso, a pesar de ausencias como la de EDT (que no obstante ofrecía una magnífica atención al cliente, además de contar con cantidad de publicaciones recientes para suplir la carencia de exclusivas), o notas de color como la de Panini que, en un gesto honroso, cedía el protagonismo de las ventas a los libreros, usando su stand como mero lugar de exposición de su material. Una sorpresa fue también descubrir el poderío del fanzine, tipología de publicación a la que no se suele prestar mucha atención, pero que esconde productos muy elaborados, como podía observarse en el espacio dedicado a los nominados para los premios de este año (algunos, como el ganador «Adobo«, son ya difíciles de encontrar; otros, como el más modesto proyecto «El cuaderno del Yeti», se pueden descargar gratuitamente).
En otro orden de cosas, algo que cada vez destaca más es la interacción entre el mundo de cómic y el resto de artes y manifestaciones culturales, en especial el cine. Este fenómeno, que se ha dado en llamar transmedia, se vio reflejado en el Saló, ya fuera por las proyecciones o stands dedicados al cine (desde el futuro estreno de «Lobezno inmortal» a un expositor-teaser con el recién estrenado cartel de Sitges 2013), las visitas de gente como el autor Kevin Eastman (artífice de las Tortugas Ninja, que dieran fruto a la conocida serie de los 80, cuya influencia se extiende a la época actual, con la reedición por parte de Norma de los cómics originales y la presentación de la nueva serie de animación producida por Nickelodeon) y varias de las charlas y mesas redondas que tuvieron lugar.
De entre ellas, pudimos disfrutar de la presentada por Rubén González (de Escola Joso), con el elocuente título «Superman en el cómic, la radio, el cine y la televisión». La larga trayectoria del personaje desde su nacimiento (del cual se conmemoraba, también con una exposición, el 75 aniversario), hizo difícil la disección de todas sus apariciones en los medios, pero la charla dio para algunos descubrimientos, como la influencia del cine en la misma génesis del diseño del personaje, con la sombra de Harold Lloyd o el Douglas Fairbanks de «El ladrón de Bagdad» planeando sobre el kriptoniano.
Otra sana actividad es la de las mesas redondas, y especialmente amena fue la que se organizó con motivo del 50 aniversario de los Vengadores y la Patrulla X, con nombres como el de los editores Daniel Ketchum y Marco M. Lupoi, en la que los ponentes desplegaron simpatía y, sobretodo, amor por su trabajo, algo de agradecer teniendo en cuenta la extrema comercialidad del producto con el que juegan. Fue una manera de llegar al mediodía del sábado con buen sabor de boca. Menos jugo pudo extraerse, ya en el último día de salón, del debate sobre la relación entre el cómic y el cine de animación, en el cual el tema quedó algo desdibujado y sin grandes aportaciones para el recuerdo.
Encuentros con autores, clases magistrales, y sobretodo compras, se nos escaparon de las manos en un evento difícilmente abarcable en su totalidad pero al que siempre conviene acercarse. Difícil esperar a la edición del próximo año.