La jornada es sin duda provechosa, dando la oportunidad de ver un puñado de buenas películas. El centro de operaciones: el Auditori del Hotel Melià, una de las salas de cine más bestias del Mediterráneo (web del Festival dixit), y casi a la par con el Cine Urgel -crucemos los dedos por el futuro de éste.
Comienzo con la japonesa “Robo-G”, encantadora comedia dramática aparentemente ligera, pero que ofrece algunas reflexiones, no sólo sobre las apariencias –su trama central gira alrededor del fraude de un señor empujado a disfrazarse de robot para cautivar a la gente-, sino sobre las relaciones humanas. Expertos en reunir plantillas de personajes entrañables, los nipones -y en concreto Shinobu Yaguchi, realizador de «Swing Girls» (2004)- nos hacen pasar un muy buen rato con una historia llevada sin prisas pero sin pausas, con muchos golpes de humor amable, ideal para todos los públicos (no en vano, a la proyección asistieron algunas escuelas; aún hay esperanza).
De cualquier forma, la sorpresa mayor llega con “Safety not guaranteed”, debut en el largo de ficción de Colin Trevorrow. Tomando como excusa un viaje en el tiempo –o la expectativa de-, Trevorrow desarrolla una estupenda comedia romántica (género depauperado donde los haya) que toca inevitablemente la fibra, llena de diálogos ocurrentes y personajes estupendamente construidos. Con un modesto presupuesto, no se echa en ella nada en falta, ni en cuanto a medios -no los necesita- ni en cuanto a actores -a pesar de no ser conocidos (gracias a Dios), brindan un trabajo soberbio. Por momentos, me hace recordar la memorable «Special» (H. Haberman, J. Passmore, 2006). Me lamento al saber que un filme así nunca llegará a nuestras salas, mientras que seguirán estrenando subproductos con la marca de los consabidos actores ‘estrella’ del género. Mientras tanto, en este oasis, el público acompaña con intensidad la improbable aventura, hasta el punto de que comentamos sorprendidos el hecho de que un beso sea masivamente aplaudido en un lugar como Sitges, dado al jaleo de leches, sangre y vísceras. Mientras tanto, nosotros también aplaudimos.
Sin apenas tiempo para la comida, que acaba convirtiéndose en una furtiva consumición de hamburguesas en la oscuridad de la sala, me dispongo a continuar la jornada con “Headshot”. Tiene la cinta, de notable lentitud, también algo de hipnótico, de forma que este noir -como lo define su director en la presentación- algo sui generis me atrapa mientras a otros les provoca cierta somnolencia. Destaca en él el uso de la oscuridad para multitud de secuencias, que ayuda a darle al conjunto esa pátina onírica, favorecida también por los toques de budismo y la fuerte presencia del bosque (estamos en Tailandia, señores). En definitiva, me sorprende el agrado con el que veo la película, cuando descubro que su director y guionista, Pen-Ek Ratanaruang, es el responsable de la soporífera “Nymph”, que pude descubrir en este mismo festival hace un par de años.
La racha en el Auditori termina con “Animals”, una nueva producción salida de la ESCAC, vía Escándalo Films. En una sesión en la que se palpa la emoción por la alta presencia de implicados –o relacionados- con la película, la reacción del público llano es modesta. Si bien es cierto que no consigue mantener el nivel de las anteriores propuestas de la jornada, hay algo indiscutible respecto a esta cinta, y es su carácter profundamente personal –tal vez eso mismo es lo que dificulta su conexión con parte de la audiencia. Aún con la pátina habitual de las producciones de la factoría, de la cual no soy gran fan, la dirección de Marçal Forés es sólida, elegante y coherente con el discurso, regalando grandes momentos y, lo más importante, tomando al público como ente inteligente, sin miedo a utilizar indirectas, caminos poco habituales y momentos de abstracción. Tiene todos los números, por otro lado, para no conseguir distribución -ojo, segunda propuesta en catalán del festival-, a la vez que contribuye a construir el interesante panorama que se dibuja para el cine nacional.
A la salida nos paramos a observar las fotos que adornan el vestíbulo posterior del Auditori: una galería de chicas de buen ver caracterizadas como musas del fantástico. Es graciosa, pero evidencia la mayor falta que le puedo achacar al Festival: la casi nula presencia de espacios de exposición. Este año no cuentan con la muestra habitual de carteles de películas en el bar del Retiro ni con el espacio del Edifici Miramar, que solía albergar alguna propuesta de este tipo.
A punto de apostar por la retirada tras quedarme solo, decido probar suerte en el Retiro para ver la esperada “The cabin in the woods”. Consigo colarme en la abarrotada sala una vez comenzada la proyección, y encontrar un hueco en uno de los palcos del piso superior, sentado en una silla medio desencajada y sin respaldo, en lo que es sin duda la proyección más cómoda (léase con sarcasmo) a la que he asistido hasta el momento.
La sesión acaba siendo una fiesta. “The cabin in the woods” parte de una premisa que cruza sin reparos “Posesión infernal” (S. Raimi, 1981) y “El show de Truman” (P. Weir, 1998). Asimilando todos los clichés habidos y por haber del slasher sobrenatural (y concretamente del mencionado), Drew Goddard establece un divertido contrapunto al romper el punto de vista presentando a la pandilla que controla los eventos terroríficos que ocurre al grupito de jóvenes de turno. El metacine puro y duro entra en acción con multitud de chistes sobre el género y, conforme avanza la película, con la aparición de elementos camuflados de otra gran cantidad de títulos, que son un disfrute para el aficionado -no sorprende comprobar que en el guión ha participado ni más ni menos que Joss Whedon. Sin ningún tipo de complejo, la experiencia es de lo más disfrutable y, al acabar, la ovación es la más contundente que he visto hasta ese momento.
Llega, así, la hora de descansar, preparándose para un nuevo día que, a pesar de parecer un simple martes, se prevé largo e intenso.
«depauperado» y «pátina» me subyugan.
Sobretodo depauperado, me hizo mucha ilusión recuperarla.
Son estas cosas las que te acaban convirtiendo en literato.
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