Ver «¡Piratas!» es reencontrarse, tras el último par de incursiones en la animación por ordenador de Aardman, con el sabor más auténtico de la casa británica. Se trata de toda una noticia tras siete años desde la anterior obra en esta línea, y seguramente influye en ello la implicación en la dirección del fundador de la compañía, Peter Lord, en esta ocasión en colaboración con Jeff Newitt.
Sin duda, el estudio sigue siendo el rey indiscutible del claymation (animación stop motion con arcilla o, en este caso, plastilina) y con este nuevo largo vuelve a hacer gala de los fuertes que lo hacen valedor de tal título: un diseño de personajes rico a la vez que entrañable y el ocurrente uso del atrezzo como motor de la narración y el sketch, combinados con un humor a caballo entre lo cínico y lo absurdo. El resultado es una película disfrutable al 100% por todos los públicos -escasas son las producciones que pueden alardear de ello- y cuya riqueza en detalles la convierte en una especie de «¿Dónde está Wally?» para el ojo curioso.
El único ‘pero’ que podría achacársele a la cinta es un cierto déficit de esa aventura pura, más propiamente bucanera y marítima, que tan bien le sentaba hace unos años a «Piratas del Caribe: La maldición de la Perla Negra» (Gore Verbinski, 2003). A cambio de ello, la película se encuentra repleta de ideas visuales ingeniosas y brinda una variedad de escenarios -entre ellos una maravillosa reproducción del Londres del siglo XIX- que, junto al valor del atrezzo antes comentado, hacen cuestionarse la ausencia de premios para la dirección artística en filmes de estas características.
Es posible que «¡Piratas!» no sea tan redonda como «Evasión en la granja» (Nick Park y Peter Lord, 2000) o «La maldición de las verduras» (Nick Park y Steve Box, 2005), pero sin duda conserva todo el encanto que se le puede pedir a una producción de este tipo.
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