Conviven dos películas distintas en «La delicadeza»: una es gris e insulsa, la otra luminosa y deliciosa. La mala noticia es que se reparten el metraje aproximadamente por la mitad. La buena, que son dos compartimentos estancos que se suceden en el orden menos dañino para el conjunto.
Cuesta, pues, emitir una valoración sobre esta mezcla de romance y comedia dramática que gira alrededor de Audrey Tatou, aún con el sambenito de «Amélie» para el gran público, pero que en este papel se separa por completo, y con éxito, de aquel registro.
Se percibe el esfuerzo de los hermanos Foenkinos por romper los clichés de la cinta romántica, en dar una vuelta de tuerca a lo ya visto mil veces. El problema es que, durante la primera hora de película, para llegar a ese punto de ruptura, necesitan pasar por una fase de mimetización que lastra el conjunto, hasta el punto de que el desinterés se va apoderando del espectador.
Sorprendentemente, a partir de cierto evento que conviene no desvelar (aunque las habituales sinopsis y el despiadado trailer ya se encarguen de ello sin ningún tipo de miramiento), la cosa toma un rumbo distinto. La razón: se usa un elemento diferencial -sin ser especialmente novedoso, y que tiene el nombre y apellidos de un genial François Damiens- que evita tener que recorrer todo ese camino para ofrecer algo estimulante. Así pues, la base misma de este segmento ayuda a la ruptura con lo establecido sin la necesidad de dar rodeos innecesarios.
Es entonces cuando «La delicadeza» nos desvela a unos directores capaces de sintetizar el conflicto de su película con una simple panorámica sobre un campo floreado y que nos ofrecen uno de los finales más bellos que se han podido ver en los últimos años en cine. Hasta tal punto llega el gozo de esta sencilla -delicada- segunda parte, que al acabar la proyección se siente como muy lejana, casi olvidada, la sensación de tedio que había ido trasmitiendo progresivamente la primera. Un error inexcusable tal desequilibrio, pero una experiencia gratificante la del conjunto, que nos invita además a seguir el futuro de sus debutantes directores.