Sombras tenebrosas

Tim Burton se ha quedado a medias. No cabe ninguna duda de que «Sombras tenebrosas» es muy superior a la decepcionante «Alicia en el País de las Maravillas» (2010), punto bajo de la carrera del director. Pero tampoco se acerca a las diversas joyas que atesora en su filmografía (por otro lado, cada vez menos frecuentes). Y es que la historia de Barnabas Collins, un vampiro vuelto de la ultratumba para recuperar la gloria de su clan familiar, tenía más sangre a succionar.

La película cuenta, eso sí, con algunos de los mejores gags que se han visto en mucho tiempo en cine. Y no nos referimos a esos créditos iniciales, en que la canción recita por primera vez el verso ‘I love you’ mientras aparece el nombre de Johnny Depp en pantalla, cosa que produce cierta risa (suponemos) no buscada. Son las referencias a la comida rápida, o la interacción con instrumentos musicales del nuevo siglo, por mencionar un par, lo que da lugar a algunos momentos impagables.

Mientras juega al ‘Hay un vampiro victoriano entre nosotros’, la cosa toma vuelo. Cabe aquí recuperar la figura de Depp, que hace el esfuerzo de mantener un equilibrio entre la sobriedad y los aspavientos a los que nos ha ido acostumbrando últimamente. Consigue así evitar que la relación con el director (y la película entera) haga aguas a la primera de cambio.

El principal problema reside en el momento en que la acción abandona el carácter eminentemente de comedia de situación para ‘centrarse’ en hacer avanzar la historia. Entonces, la cinta comienza progresivamente a decaer. Y es que el libreto de Seth Grahame-Smith no logra entrelazar con fluidez los distintos elementos de la trama, con lo que el resultado es confuso y sin brío. Valga como ejemplo la mínima aparición de la que en un principio parecería la protagonista -después recuperada para el desarrollo de un improbable romance-, o lo repetitivo de la relación entre Barnabas y Angelique Bouchard (una explosiva Eva Green). Aún así, la responsabilidad es sin duda compartida, con un Tim Burton que aporta una dirección plana durante gran parte de la película y que no consigue dar el brillo necesario al conjunto.

A pesar de contar con esa ambientación tan característica del universo burtoniano, y con unos personajes que le van como anillo al dedo, a «Sombras tenebrosas» le falta la sencilla frescura de aquella «Bitelchus» (1988), o el papel protagonístico del espacio en la mágica «Eduardo Manostijeras» (1990). Incluso el halo especial de «Big Fish» (2003), más luminosa de lo habitual en su filmografía. Habrá que ver si el siguiente asalto, recuperando una de sus primeras historias, «Frankenweenie» (2012), nos devuelve al Burton emocionante con el que tanto hemos disfrutado.

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