El Festival Internacional de Cortometrajes de Barcelona ha dado mucho de sí. Durante tres fines de semanas, y expandiendo su período de celebración y el volumen de obras presentadas con respecto a las anteriores ediciones, se consolida como un certamen de tamaño modesto pero que crece en volumen y prestigio. A continuación, presentamos un pequeño repaso a lo que se ha podido ver a lo largo del festival, que ha abarcado la segunda mitad del mes de abril. Comenzando por la sección Internacional, la que en principio tiene mayor relevancia, encontramos resultados muy variables. Ya se sabe que hay de todo en la viña del Señor y así ocurre dentro de las sesiones visionadas -concretamente los bloques 2, 3, 7, 8 y 9 en el caso de un servidor-.
[Cuando no se indique lo contrario, el año de producción de las obras es 2011.]
Pequeños grandes dramas (y alguna que otra risa)
Para abrir boca, cabe destacar el nervio de la danesa «Til alle mine venner»/»Para todos mis amigos» (Behrouz Bigdelli), que presenta una intensa relación de amistad con dudosos cimientos entre jóvenes punk, y se siente casi como un pequeño largometraje. Con un estilo igualmente seco pero en este caso de extrema sobriedad (tal vez por ello del agrado de un festival como el de Cannes), «Ce n’est rien»/»No es nada» (Nicolas Roy, Canadá) plasma una historia muy dura, en la cual nada se muestra de forma explícita pero que duele como un puñal, si bien el final queda un tanto desangelado por su ambivalencia.
Tenemos ración de bullying con la interesante «Dicen» (Alauda Ruiz de Azúa), curiosa producción rodada en EE.UU. aunque de nacionalidad española. Sin mostrar situaciones que no hayamos visto antes, el tratamiento sin demasiados excesos sienta bien a la historia. En los desajustes de la cultura yanqui ahonda también «The happy ones»/»Los felices» (Brandon Zuck, EE.UU.), aunque con resultados un tanto anodinos. Con otro niño como protagonista, «The road home»/»Camino a casa» (Rahul Gandotra; Reino Unido, 2010) transita entre el drama y la comedia -más sobre la senda del primero-, con una historia sobre la identidad racial y cultural que parte de una idea interesante y que no da mal resultado, aunque por momentos parece aflorar esa visión occidental y prototípica de la India (cosa que no deja de sorprender dado el tema central y el nombre del director).
Tan compacta como resultona es «Olive and Mocha: Fast Times at Sugar Hill«/»Olive y Mocha: Tiempos rápidos en Sugar Hill» (Suzi Yoonessi, EE.UU.), una simpática parodia con actores infantiles y bastante mala leche; una suerte de corto-chupito que llena de buenas vibraciones. También se apunta a la comedia, género menos abordado de lo que cabría esperar en la sección, la alegre -a pesar de su humor negrísimo-, «La mina de oro» (Jacques Bonnavent; México, 2010). Las andanzas de una mujer mayor en medio de una familia sospechosamente feliz resulta en una historia fresca y atractiva, que se sigue con interés y deja buen regusto por su falta de pretensiones. «Hovedlost Begaer»/»Amante sin cabeza» (Kim Lysgaard Andersen, Dinamarca), una comedia de terror pasada de vueltas, arranca de forma ciertamente prometedora -con una estética que resultaría de un cóctel entre «Kill Bill», «Braindead» y los cortometrajes de Dani Moreno-, pero desgraciadamente se desincha a mitad de camino por falta de ideas.
Tampoco consigue tomar vuelo, aún con un tono mucho más comedido, la fábula «Paris Shangai» (Thomas Cailley, Francia). Alrededor de un ciclista dispuesto a dar la vuelta al mundo, es un caso más de peculiaridad por la peculiaridad. Algo mejor resultado consigue, sin ser fascinante, «Eva» (Frédéric Duvin, Francia), que trabaja con unos personajes dentro de perfiles más estándar pero también más vivos. Siguen los dramas personales con «La ducha» (Mª José San Martín; Chile, 2010) y «Sudenveistäjä»/»Lobo cortado» (Ilona Tomunen, Finlandia), uno dentro del microcosmos del cuarto de baño, el otro atravesando los gélidos paisajes de los países nórdicos. Correctos en ambos casos. Insatisfactoria en cambio «Prinsen»/»Mi príncipe» (Anders Hazelius, Suecia), historia de una pareja que no quiere tener un bebé, pero sí, pero no… con unos personajes que -tal vez sea cosa de la distancia cultural- causan más repelencia que empatía. Mención a parte merece, con su insoportable afán esteticista, «Follow close»/»Seguir de cerca» (Peter Brant, EE.UU.), otra pequeña situación de pareja que ciertamente no nos invita a dejarnos seducir por su historia ‘indie-cool‘, y que se asemeja más bien a un anuncio de Mango.
Animación en el candelero
Dentro de las muestras de animación que salpican agradecidamente estas sesiones, «The Saga of Biorn«/»La saga de Biorn» (Benjamin J. Kousholt, Dinamarca) brilla por su desenfadado sentido del humor y su frenético ritmo, lleno de ideas visuales a cada cual más divertida, y una factura técnica muy destacable, a pesar de las evidentes comparaciones iniciales con «Cómo entrenar a tu dragón». Gran espectáculo el de «Paths of fate«/»Caminos de odio» (Damian Nenow, Polonia), que usa la técnica de cell-shading (muy común en el mundo de los videojuegos), para desarrollar unas secuencias de aviación que tal vez puedan calmar nuestra sed al no contar con fecha de estreno para la última producción de George Lucas, «Red Tails». Colmando la dosis de espectacularidad, se encuentra «The lost town of Świteź»/»La ciudad perdida de Switez» (Kamil Polak, Polonia), que presenta un viaje hipnótico y estéticamente deslumbrante entorno a una leyenda polaca, en el cual el salto en el tiempo se materializa en un diálogo entre las inspiraciones del arte impresionista y románico. «Dripped«/»Goteo» (Léo Verrier; Francia, 2010) también se vale de los estilos pictóricos para su desarrollo, aunque en esta ocasión afectan sólo a su protagonista; la original historia (ya galardonada en el último Festival de Sitges) le valió el Premio al Mejor Cortometraje de la sección.
Más modestos son proyectos como la mallorquina «Grand Prix» (Marc Riba i Anna Solanas), aunque poseen todo el atractivo de un stop motion casero y una historia encantadoramente naif. Graciosos «Voed Mij«/»Aliméntame» (Niels Dekker; Holanda, 2010) o «Le yeux de la tête»/»Un ojo de la cara» (Pierre Mousquet, Francia), macabro y sexual cuento el primero, ácida y desternillante crítica social el segundo, mientras que no acaban de funcionar experimentos como «La detente»/»El descanso» (Pierre Ducos, Francia), que pese a tener altos valores de producción, no coge cuerpo. En los casos de «Within within»/»Dentro dentro» (Sum Yu Sharon Liu, Reino Unido) y de «How life tastes»/»A qué sabe la vida» (Soyoung Hyun, Reino Unido), no destaca el apartado técnico-estético, siendo dos aportaciones de carácter mestizo y similar técnica, pero insulsos resultados globales.
Spain is different?
Por lo que respecta a la aportación española, decepciona «Matador on the road» (Alexis Morante), cortometraje con un flojo guión que no explota su premisa ni la presencia de Juan Diego, entregando un producto poco original para lo que cabría esperar de él, y con unos personajes flojos y hasta cierto punto antipáticos. Aún así, el programa portugués Onda Curta no debió pensar igual, al premiar el corto con la adquisición de sus derechos de emisión. En cambio, una obra con menores ambiciones como «Ahora no puedo» (Roser Aguilar), desembocan en mejores resultados -prueba de ello el Premio a la Mejor Producción Española, que viene a acompañar el anterior Premio Gaudí-, con una actuación muy natural de su protagonista y una historia sencilla pero bien desarrollada, aún quedando a un paso de caer en la sensiblería.
Con un planteamiento mucho más punk -no sólo por sus rockeras protagonistas, sino también por la forma, orientada a la acción-, resulta estimulante la película «Pornobrujas» (Juan Gautier), que despierta el malestar del público ante su incómoda violencia, pero al menos consigue remover las entrañas. «Rött Hår/Svart»/»Pelirrojo/Negro» (Alfonso Díaz y Luis Ángel Pérez) no deja de ser otra aportación que intenta deslumbrar con un planteamiento original, pero que no va más allá, mientras que «Muy cerca» (Iván Caso) se fundamenta en una sorpresa de guión que se ve a la legua, y que por lo tanto no permite que el corto se aguante a lo largo de su cuarto de hora de duración -aunque, eso sí, se llevó una mención por su fotografía-.