Películas como Deadpool hacen que el espectador pueda seguir todavía con interés el cine de superhéroes (aún cuando el protagonista de esta cinta se podría calificar más bien como el perfecto anti-superhéroe). Algo encomiable, puesto que incluso el aficionado reconocerá que el ritmo de oferta anual al cual hemos llegado -ahora engrosado con las series de televisión- puede saturar al más pintado. Pero la cuestión es que Deadpool cumple ese cometido, y es además capaz de agradar a todo tipo de público, tanto el habitual de las películas con señores en mallas, como al despistado que pasaba por allí o ha sido arrastrado a la sala.
La razón es simple (aunque para nada sencilla): el guión es bueno; la película es inteligente. Y eso que la historia de amor no tiene gran originalidad. Y que el villano es como el de cualquier otra cinta de acción de los noventa a esta parte. Pero todo está resuelto con sorprendente chispa. Sus artífices han decidido no pasarse de rosca y centrarse en lo que importa, los personajes. Nuestro protagonista es un graciosillo que resulta gracioso. No hay exceso de barroquismo en la acción (la mitad de la película gira entorno a una única escena de este tipo, sobre la cual se van insertando los diferentes elementos de la historia). La cinta es gamberra y desmelenada, llena de chistes sobre el mismo mundo de los superhéroes, la cultura popular en general y la cuarta pared. Y prácticamente todos funcionan, varios de ellos hasta la carcajada. Mérito de un Ryan Reynolds muy en su salsa. La suya es probablemente la mejor actuación en una cinta del género que hemos podido ver hasta el momento -curioso que también cuente en su historial con alguna de las peores.
De manera que este festival de ritmo frenético, orgullosamente ligero y autoconsciente se pasa volando, satisface y no se desvanece en la memoria a los cinco minutos. Con un poco de suerte, su inesperado éxito abrirá la puerta a otras superproducciones exclusivamente para adultos, que han visto sus opciones limitadas en los últimos años ante la obsesión por la calificación PG-13. Es posible que no volvamos a tener en breve a un Verhoeven made in Hollywood, pero sin duda resulta un avance. Mientras tanto, Deadpool es una de las mejores películas de la última era Marvel, sumándose sin pudor a la liga de Guardianes de la galaxia (James Gunn, 2014), X-Men: Días del futuro pasado (Bryan Singer, 2014) o Thor (Kenneth Branagh, 2011). Con personalidad propia. Así, sí.